Domingo de moceo
El Festival de las Marzas enciende los focos sobre los Danzantes de Burgos en el baile inicial que reúne a representantes de todos los grupos y que sigue al tradicional canto en torno a la hoguera
Prendieron las hogueras, se reunieron los mozos en torno a ellas y
con sus cantos repasaron los meses del año y rondaron a las mozas que
escuchar quisieran. Y, aunque lo hicieron con versos ampulosos -Esa tu
cabeza aunque pequeñita se mueve graciosa como palomita o Tu gracioso
cuerpo está sustentado sobre dos columnas de oro cincelado-, todos los
ojos de ellas se dirigieron a los pequeños Danzantes de Burgos. La
agrupación más singular del folclore capitalino protagonizó el arranque
del Festival de las Marzas, que un año más y ya van treinta y siete, dio
la bienvenida a la primavera en el polideportivo El Plantío con la
participación de Amigos de la Dulzaina, Estampas Burgalesas, Justo del
Río, Tierras del Cid, Diego Porcelos, Escuela Municipal de Dulzaina,
Nuestra Señora de las Nieves y Los Zagales.
Representantes adultos de los grupos se unieron a los pequeños
bailarines, que entran en la formación con siete años, en su Danza de
los arcos. Dibujaron un original mosaico que provocó los aplausos del
público. La intensidad se vino arriba cuando los pequeños saludaron
aupados en una urdimbre de arcos.
Es este baile inicial uno de los momentos más esperados de esta cita.
Regina Peñacoba, presidenta del Comité de Folclore y maestra de
ceremonias omnipresente -volvió a jugar al gato y al ratón desde
distintos puntos del pabellón-, confesó que cada año es un desafío
encontrar esta coreografía conjunta que debe ser especial.
Un año más, a juzgar por los vítores, lo consiguieron. Tras él y tras
la interpretación de dos piezas de los Danzantes ya acompañados solo
por los tetines, se sucedieron las actuaciones individuales.
Su música y sus bailes recorrieron durante más de dos horas la provincia de norte a sur, de este a oeste. Desde una tonada del Valle de Valdelucio a una jota de Santa María Ribarredonda; desde las ruedas de la Ribera a las jeringonzas que se danzaban en las fiestas de la matanza o en los bailes clandestinos de la Cuaresma; desde el familiar sonido de la dulzaina al más extraño de la gaita, que durante algún tiempo animó las fiestas en tierra de Pinares...
Su música y sus bailes recorrieron durante más de dos horas la provincia de norte a sur, de este a oeste. Desde una tonada del Valle de Valdelucio a una jota de Santa María Ribarredonda; desde las ruedas de la Ribera a las jeringonzas que se danzaban en las fiestas de la matanza o en los bailes clandestinos de la Cuaresma; desde el familiar sonido de la dulzaina al más extraño de la gaita, que durante algún tiempo animó las fiestas en tierra de Pinares...
Y si el guion se cumplía hasta el final, ese viaje concluiría un año más con la masiva interpretación de la Jota Burgalesa y el canto del Himno a Burgos. Ya son un clásico.
Fuente: Correo de Burgos