domingo, 21 de julio de 2013

ESTO PASA POR NO HACER UN HOSPITAL PÚBLICO

El laberinto que traba el camino al Hospital

Los autobuses urbanos no pueden acceder al recinto para dejar a los viajeros
Un ascensor y 53 escalones, únicas vías para alcanzar el vestíbulo
«¿Conoce algún hospital al que se entre por un ascensor?». Quien formula la pregunta se responde a sí misma: «el de Burgos». Y no miente. El flamante centro sanitario inaugurado hace un año es el orgullo de la ciudad. Construido en una época donde la crisis ni se sentía ni se la esperaba y cuya bonanza propició realizar una obra ambiciosa que previsiblemente tarde demasiado tiempo en repetirse, con una inversión que ahora sería impensable y con unas dimensiones y calidades sin parangón en el resto de la Comunidad y casi del país. Todo este cúmulo de aciertos resaltan aún más los errores. El más palpable, el de los accesos.
El primero y uno de los más chocantes es que el autobús urbano no puede entrar al recinto. Como señala una de las conductoras, no tiene ángulo para girar y adentrarse en el recinto sanitario, lo que le obliga a descargar a los viajeros a 500 metros del vestíbulo central, desde el que se accede a consultas, habitaciones y resto de servicios que, pese al diseño laberíntico de la entrada, concita las alabanzas de todos los usuarios. 
Cuando se desciende del autobús, medio de transporte habitual para ir al hospital porque optar por el vehículo privado supone tener que abonar 2 euros por cada hora de estacionamiento en el parking privado o dejar el coche lejos del recinto, comienza una carrera de obstáculos cuya línea de meta está en el vestíbulo principal.  
Durante unos 500 metros hay que salvar dos pasos de peatones regulados por semáforos y un camino ascendente que debe parecer  un puerto de primera si se va en silla de ruedas o con muletas.
Cuando se vislumbra la zona de acceso al Hospital que nadie imagine que se acaban las trabas. Otra empinada cuesta, en la que una solitaria y vacía parada de autobús paree mofarse del caminante, culmina en un amplio espacio donde el visitante tiene que elegir cómo llegar al vestíbulo: por unas escaleras o a través del ascensor. Porque, otra paradoja, la puerta principal está situada en un segundo piso.
Los aguerridos que se decantan por las escaleras tienen que salvar  29 escalones, recorrer una terraza a la intemperie y volver a subir otros 24 escalones. Allí espera otros 100 metros hasta la puerta del vestíbulo. ¿Y cuando llueve o nieva? Paraguas o buscar otro camino.
Quienes decidan aligerar el recorrido y prefieran el ascensor lo tienen más fácil. Sólo hay que esperar a que no esté estropeado, que parece que ya ha ocurrido en alguna ocasión en este primer año, caminar por una pasarela a considerable altura, eso sí, techada, y el vestíbulo le recibe con los brazos abiertos.
También es posible eludir el laberinto. Quienes conocen el Hospital o trabajan en él saben que hay atajos que permiten llegar antes a destino. Pero el usuario habitual, ya sea visitante o paciente, no tiene más remedio que salvar la carrera de obstáculos para poder acceder a un recinto sanitario que suscita envidias porque se levantó en épocas de vacas gordas mientras en el resto de la Comunidad se han tenido que ampliar o parchear los existentes.
Mañana comienzan las obras de la rotonda que permitirá al autobús acercar a los viajeros hasta las inmediaciones del centro. Se evitarán los pasos de peatones y veredas varias. Pero el galimatías del interior, las sucesivas escaleras y el insólito ascensor permanecerán como únicas vías de entrada en el Hospital.
Fuente: Correo de Burgos