lunes, 14 de febrero de 2011

EL CID CAMPEADOR

El Cid Campeador:

Rodrigo Díaz de Vivar (1043-1099). Cid: del árabe dialectal "Sïd", Señor, Caballero. Campeador: del latín "Campus Doctor", vencedor de batallas.
Esposo de Doña Jimena, de sangre real. Alférez de Castilla durante el reinado de Sancho II el Fuerte, su amigo de juventud, pronto alcanzó una gran popularidad entre el pueblo. A las ordenes de este monarca contribuyó a la reunificación del reino de León y Castilla, fragmentado tras la muerte de Fernando I, padre de Sancho. Al morir asesinado, este último, en extrañas circunstancias, le sucedió su hermano Alfonso VI, al que el Cid, como figura más representativa de Castilla y amigo personal del rey fallecido, hizo jurar que no tuvo nada que ver con tal hecho, en la famosa jura de Santa Gadea. El rencor que el nuevo rey guardó por tal motivo, el recelo que siempre despertó en su intrigante corte, el prestigio que el Cid alcanzó siendo un simple infanzón y que llegó a hacer sombra a la misma figura real y una serie de acontecimientos nada claros, le llevaron a sus destierros.
Junto a sus más fieles vasallos, se puso al servicio del rey islámico de Zaragoza. Años más tarde recuperó los favores de Alfonso VI y le fueron concedidas varias mercedes, entre las que estaba la concesión al Cid y a sus descendientes, de todas las tierras que pudieran conquistar en el Levante. al-Qadir consiguió su apoyo y pudo seguir gobernando Valencia, pagándole tributo, "parias". Alfonso VI le requirió junto a su ejército para la campaña de Aledo, pero al no llegar a tiempo, nuevamente le desterró del reino. Fue entonces cuando el Cid, aprovechando una insubordinación del rey musulmán de Valencia y después de repeler ataques desde Denia (rey Mudir) y Barcelona (conde Berenguer), cuando se asentó y dominó todo el Levante, tomando plaza en Valencia. Tras años de luchas constantes contra todo tipo de enemigos, murió en Valencia el 10 de Julio de 1099. Tres años más tarde su viuda, que no pudo mantener más su resistencia ante el empuje almorávid, evacuó Valencia auxiliada por el propio Alfonso VI, llevándose con ella el cadáver del Cid hasta el Monasterio de San Pedro de Cardeña, en Burgos.
La épica lo imaginó tan valeroso, temible e inquieto que no duda en atribuirle hazañas póstumas, como la fabulosa cabalgada de su cadáver a lomos de Babieca, su caballo, haciendo huir despavoridos a las tropas musulmanas. También el ademán que hizo para desenvainar su espada, cuando un judío trató de tocar las barbas de su momia.
En 1808, tras una rapiña de los franceses durante la invasión, sus restos y los de Doña Jimena, fueron trasladados hasta Burgos, volviendo al Monasterio en 1823, aunque muy brevemente, ya que debido a las medidas desamortizadoras, el Monasterio quedó abandonado y en ruinas. Nuevamente en Burgos, ahora en una sala de la Diputación, hasta que en 1921 fueron depositados en el crucero de la catedral burgalesa. Allí están bajo una losa de mármol y con un epitafio, en latín, que dice: "Aquí yacen Rodrigo Díaz, el Campeador, muerto en Valencia en 1099, y su esposa Jimena, hija del conde Diego de Oviedo, de regia estirpe. A todos alcanza la honra del que en buena hora nació", redactado por el historiador Menéndez Pidal, el más célebre estudioso del Cantar de Mío Cid.
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