Energía vetada por la ideología
La provincia de Burgos ha podido presumir durante décadas de su
condición de territorio líder en producción de energía eléctrica en
Castilla y León, empleando, además, una diversidad de fuentes mucho
mayor que en el resto de la Comunidad. La promesa del oro negro, del
petróleo de los páramos de La Lora, saltó en los años del NO-DO para
diluirse con el paso de los años y dejar el gran protagonismo energético
a la difunta central nuclear de Santa María de Garoña que fue la punta
de lanza de la generación eléctrica en Burgos y en Castilla y León hasta
su aniquilación por los motivos políticos de unos gobiernos y la
dejadez de otros.
La anciana promesa de riqueza que supuso durante décadas el
petróleo de la Lora y la prosperidad para la comarca de la central
nuclear tienen en común que han sido forzadas a la desaparición por el
Gobierno de turno sin tomar en consideración los efectos sobre la
población de dos zonas del norte de Burgos en extremo riesgo de
desertización poblacional y con una estructura empresarial mínima. No
perdamos de vista el papel de los gobiernos socialistas en los cierres
de Garoña -ya conocido y casi olvidado- y el petróleo de Ayoluengo al
que se le da el portazo a la posibilidad que dejó abierta el PP en La
Lora. Bien es cierto que el Partido Popular pudo haber hecho mucho más
por ambas si esa hubiera sido su verdadera intención y a eso se agarran
ahora los socialistas que lo primero que han argumentado para justificar
la negativa a volver a sacar a concurso la explotación de los pozos
petrolíferos es que el PP tuvo tiempo de sobra para hacerlo. Razón
tienen, aunque existe una clara diferencia entre posponer
innecesariamente esa decisión administrativa y ordenar tajantemente el
desmantelamiento de los pozos, que es lo que acaba de hacer el
socialista Ministerio de Transferencia Ecológica.
La comarca de Las Loras, un páramo de indudable belleza y valor
geológico, también fue privado de otra fuente de riqueza de su subsuelo:
el gas pizarra. La técnica para extraerlo tiene una denominación que
hoy genera un gran rechazo y ha quedado estigmatizada: la fractura
hidráulica o fracking. También recibió la puntilla política para aplacar
a los ecologistas más recalcitrantes y el ideario de cierta izquierda.
Se cortó de raíz la posibilidad siquiera de explorar la potencialidad de
los yacimientos burgaleses, los más ricos de la región dejando
enterrados miles de millones por razones ideológicas.
Fuente: El Correo de Burgos