Todos desconfían de España
El agresivo objetivo de déficit y el sector financiero encienden el riesgo país
Luis de Guindos tiene hora con Mario Draghi como quien la tiene con
un médico especialista. España padece síndrome de abstinencia una vez
que los efectos curativos de los manguerazos de liquidez del Banco
Central Europeo (BCE) a la banca se han evaporado y el ministro de
Economía tiene previsto reunirse con el patrón del organismo el próximo
martes, después de una semana de horror en los mercados, la peor en los
más de 100 días de Gobierno de Mariano Rajoy. Nunca como esta semana
había este Ejecutivo negado tantas veces que la economía española
necesite un rescate, una intervención, nunca como ahora había mentado
tanto la bicha.
Fuentes del Ministerio de Economía explican que solo se trata de una
visita de cortesía dentro de la gira europea que emprende Guindos
—también estará en París— “para explicar las reformas”. Es decir,
enseñar los números e intentar convencer de que sí será capaz de
recortar el déficit del 8,5% al 3% en dos años y que, dicho sea de paso,
pagará sus deudas. Todo, con una recesión económica del 1,7% este año.
Madrid siente que ha hecho los deberes: ha elaborado los presupuestos
muy austeros, ha anunciado otras reformas para ahorrar en sanidad y
educación y tiene en marcha su reforma financiera.
Pero los inversores huyen de la deuda española, la Bolsa está en el
peor nivel desde marzo de 2009, la banca sufre para financiarse y
Bruselas se reserva su visto bueno a los Presupuestos. España, la cuarta
economía europea, preocupa en la Eurozona.
Charles Wyplosz, profesor de Economía Internacional de la Graduate
School, recuerda que España “ha tenido una buena trayectoria en
disciplina fiscal antes de la crisis, no como Grecia y Portugal, pero
los mercados temen el potencial volumen de las pérdidas del sistema
financiero una vez el precio de los pisos toque suelo”. Wyplosz describe
entonces un círculo vicioso: “Algunas entidades grandes y pequeñas
quiebran. El Gobierno las rescata. La deuda pública de repente se
dispara y el Ejecutivo no tiene más opción que impagar parte de su
deuda, así que los bancos, que tienen toneladas de deuda pública en sus
carteras, quiebran de nuevo, y el círculo sigue girando”. En esta
situación, advierte, “la austeridad no tiene sentido y agudiza la
recesión, lo que hace difícil cumplir el presupuesto”. Así que “cuanto
más aprieta Rajoy, más crece la desconfianza”.
La desviación del dato de déficit del 2011 (8,5%, frente al 6%
prometido) y la rebaja de la meta (del 4,4% al 5,3%) han abonado la
incertidumbre. La capacidad de España para crecer y la suficiencia de la
reforma financiera en marcha provocan dudas.
Los bancos españoles habían jugado infiltrados por las inyecciones de
capital del BCE desde finales del año pasado (dos subastas de crédito
por valor de más de un billón de euros a tres años) y la fórmula
funcionó para España (y también Italia): las entidades logran dinero
prestado al 1% y los invierten en bonos con más rentabilidad, con lo que
ganan esa diferencia y la prima de riesgo del país se alivia. Pero el
sector ha entrado en una peligrosa relación de dependencia del BCE y,
como consecuencia de estos manguerazos, en marzo captaron un cifra
récord de 316.343 millones en el organismo, el 28% del total del
Eurosistema.
Al secretario de estado de Economía, Jaime García-Legaz, se le escapó
el viernes que, sin los fondos del BCE, España estaría “muerta”, aunque
luego matizó que se refería a la situación de toda Europa y que más
bien aludía a que el banco central debía seguir comprando de bonos.
La prima de riesgo de España (se mide por el diferencial de interés
que pagan los bonos a 10 años respecto a los alemanes, que se considera
la referencia más fiable) se ha instalado por encima de los 400 puntos
básicos (o cuatro puntos porcentuales) y tocó los 433 el martes. Ese
día, el interés que se le exigían a la deuda española ya emitida rozó el
6%.
“Por encima de los 400 suben los costes de renovación de deuda
pública, hay dificultades de financiación para las empresas y los
mercados de deuda se cierran para las entidades bancarias y empresas,
pero no es tanto un problema de líneas rojas como del tiempo que se
permanece en un nivel elevado de prima de riesgo”, explica Santiago
Carbó, catedrático de la Universidad de Granada y analista de Funcas.
“El BCE puede que tenga que continuar comprando bonos si es preciso y,
sobre todo, si se emiten señales de que los gobiernos nacionales están
haciendo esfuerzos fiscales y reformas significativas. Si el BCE deja de
comprar y la UE tampoco hace su papel, la debilidad es obviamente
mayor”, alerta. Y lamenta que Europa “no ha sido capaz de establecer un
cortafuegos operativo, creíble y eficiente”.
José Carlos Díez, de Intermoney, alerta de la fuga de inversión
extranjera de la deuda pública: 25.000 millones solo en el mes de
febrero y critica que “el BCE llega tarde y con poca intensidad”.
La mayoría de analistas descartan que España necesite un rescate a la
griega. Pero la posibilidad de que los bancos acudan al fondo de
rescate europeo sí se empieza a sugerir desde algunos sectores en
Bruselas. Fuentes de Economía recalcan que “ni el Tesoro Público ni los
bancos españoles tienen problemas de liquidez, tienen más problemas de
financiación es en las comunidades autónomas”.
Las regiones, incumplidoras con los objetivos de déficit de 2011, son
otro de los motivos de dudas. Ahora tienen que reelaborar sus cuentas
para adaptarlas al ajuste de los Presupuestos. El catedrático Guillem
López-Casasnovas avanza que será duro. “No se van a poder hacer
consolidaciones fiscales por consenso a 17, ni puede el Gobierno obviar
unas competencias estatutarias constitucionalmente otorgadas”. Y se
revuelve: “La gran revelación que hizo el PP en su acceso a las cuentas
públicas de que el déficit real era el 8,5%, y no el 5,8%, del PIB
culpabilizó a las autonomías y generó en los mercados un mar de dudas
sobre el comportamiento financiero de éstas”, pero “los datos dicen que
el 90% de aquella diferencia se debió a la desviación de los ingresos:
un error de previsión atribuible enteramente al gobierno central.
Funcionando las comunidades con anticipos y con la rigidez del gasto que
gestionan, no tenía sentido exigir a corto un ajuste imposible”.
El profesor es duro: “No creo que ningún analista se crea una hoja de
ruta en la que las voces dirigentes divergen, en la que se mantengan
tabúes, personajes irresponsables en puestos de responsabilidad
empresarial, zombis financieros protegidos, o líneas rojas en gasto
social que intenten engañar con cierto populismo a una sociedad que está
madurando a golpe de realismo”. “La parte positiva —añade— es que aún
depende de todos nosotros enmendarlo”. La negativa es que el tiempo
corre en contra.
Fuente: Diario El País