Historias de malos perdedores
Lacalle, como jefe de la oposición bloqueante, no tiene precio, pero le cuesta asumir su papel de concejal raso
Y
se desató la tormenta. Y algunos, en lugar de refugiarse, esperar a que
escampe y aprovechar ese tiempo a cubierto para reflexionar y entender
por qué les ha pillado la lluvia a la intemperie y sin un mal paraguas
que les guarde, se han unido a truenos y relámpagos cual Poseidón
controlando los mares embravecidos de la Antigua Grecia. Y no, no me voy
por las ramas con metáforas difíciles de aprehender. Sepan ustedes que
me estoy refiriendo al exalcalde de Burgos, y actual concejal portavoz
del PP en el Ayuntamiento, Javier Lacalle, que ha demostrado tener un
muy mal perder.
Si no, que alguien nos explique a qué se debió su
espantada en la Fiesta del Curpillos, de la que desapareció sin dar
explicaciones, y dejando bastante malestar a sus espaldas. Lacalle llegó
a Las Huelgas con parte de su equipo municipal y compartiendo, unos y
otro, transporte con los concejales de Vox (que serán un bloque de
centroderecha desunido pero pueden compartir coche) y mantuvo una larga
conversación con César Rico (que sigue siendo el hombre fuerte del PP en
Burgos pese al revolcón que pretende darle Cs).
Lacalle, como
buen estratega que ha demostrado ser a lo largo de su trayectoria
política, se hizo el remolón a la hora de entrar a la Misa, intentado
hacerlo al mismo tiempo que el nuevo alcalde. Y es que no es fácil
llegar a Las Huelgas y que, de repente, la aparición de Daniel de la
Rosa te robe todo el protagonismo tras ocho años como alcalde. Y ahí
debe estar la clave de su espantada, no querer figurar como concejal
raso, pues tras la misa nadie volvió a verle.
Lacalle se ausentó
de la procesión del Curpillos sin explicación (al menos a oídos de la
que suscribe estas líneas nada ha llegado) y después de haber criticado a
De la Rosa por acudir, ahora sí, a un acto religioso del que el PSOE ha
venido renegando. Tampoco estuvo Vicente Marañón, quien sigue aspirando
a convertirse en alcalde de Burgos en una hipotética moción de censura.
Claro
ha quedado que al exalcalde no le ha gustado nada la «anomalía
democrática», como él mismo la ha bautizado, de investir a De la Rosa,
pues ni le ha concedido la tregua de cien días de cortesía y ha
protagonizado alguna que otra deslealtad institucional. La última en Las
Huelgas, cuando acudió raudo a saludar a la abadesa, sin acompañar a su
sustituto, al que por otra parte se le vio algo perdido en materia de
protocolo y algún alma caritativa tuvo que orientar para que no se
notase en exceso la novatada.
Lacalle ha demostrado que, mientras
siga en el Ayuntamiento, va a hacer una oposición dura, e incluso de
bloqueo, tratando de evidenciar la mayoría de bloque centroderecha. Sin
embargo, antes tendrán que ser capaces de llegar a acuerdos, algo que de
momento se ve difícil, con un Vox reforzado, un Cs desubicado y un PP
con muy mal perder.
Fuente: burgosconecta.com