martes, 9 de septiembre de 2014

LA BOINA Y LA PLAZA DE TOROS

por Rufino Hernández
 
Poner los cuerpos bronceados, pasear por las frondas, sumergirse en las aguas puras del río después de haber subido a los escarpados picos para hablar con los dioses, para discernir y poner en su verdadero sitio a los diferentes yugos que fabrica la ciudad, para encontrar el camino que, a pesar de sus tortuosos recovecos  nos muestra colores de alborada. Esta es una forma de ver el verano, la estación que viene a cicatrizar las erupciones primaverales, época de relajo, de quitarse el polvo del camino, de recuperar la utopía, de prepararnos para el próximo curso, curso que sin duda, nos mostrará la ocretuz otoñal.
   Pero también hay otro verano: el de las astucias, de las felonías, el de los descuideros. Estos descuideros se aprovechan del sopor veraniego, del desenganche de gran parte de los ciudadanos que actúan en los diferentes movimientos asociativos, para hacer su propio agosto. Estos desalmados felones, aprovechan esta época estival, para subirnos los impuestos, o tomar las decisiones más impopulares, esperando que, los calores, vacaciones o ausencias, impidan la contestación social de tal bellaquería.
   Esta práctica no es nueva. Los diferentes gobiernos, ya sean estatales, autonómicos o municipales, la han utilizado y siguen utilizando, lo que demuestra el nulo avance  democrático y participativo de nuestra sociedad.
   El actual gobierno municipal de Burgos no es ajeno a estas prácticas. Han utilizado este éxodo veraniego, para estampar la firma que autoriza a las empresas SACIL y Río Vena (Méndez Pozo), poner la chapela a la plaza de toros.
   Más de seis millones de euros, que probablemente se convertirán en diez millones al final de la obra, costará a todos los burgaleses este nuevo despilfarro; despilfarro que ha sido firmado, por el alcalde  en funciones, señor Ibáñez. Doble felonía, con este intercambio de papeles y firmantes, han querido evitar el achicharramiento total de nuestro ilustre señor alcalde, evitándole firmar un nuevo cheque a favor del Jefe, de Méndez Pozo.
   El señor alcalde parece que ha perdido la memoria, no recuerda lo de Eladio Perlado, ni aún lo más reciente, lo de la calle Vitoria.
   Es comprensible su amnesia, sus tribulaciones, pero también es posible que detrás de esa posible desmemoria, nuestro flamante faraón municipal busque una obra con suficiente fuste y enjundia, para inaugurar durante la próxima campaña electoral.
   El señor Lacalle no se da cuenta de que tiene muy pocas papeletas para ser candidato a la alcaldía burgalesa, en los ya cercanos y nuevos comicios. Pero también es posible que detrás de esta aparente desmemoria, esconda una segunda intención u obligación moral: Antes de abandonar la alcaldía, devolver algún favor pendiente con el Jefe, con su amigo Michel, el señor Méndez Pozo.
   También es posible que en algún recoveco del subconsciente de nuestro insigne munícipe, esté escondido algún otro inconfesable motivo: Ganar algunos puntos para sumar a su currículum, puntos que le puede ser de gran utilidad en la búsqueda de su nuevo destino profesional, no sea que se le vuelva a repetir lo de aquel sufrido rechazo que padeció en Valladolid.
   No sería justo lanzar todos los dardos contra las megalomanías y anhelos faraónicos de un alcalde, él no puede ser el único responsable, si no todo su equipo y el partido político que le sustenta. Estos señores no han aprendido nada de los últimos hechos acaecidos, de los actos que diariamente ocurren, del actual momento político, de lo que el ciudadano de a pie vive, sufre y reclama, y, sobre todo, de los miedos y mitomanías que este ciudadano se ha sacudido.
   Estos señores  políticos profesionales, son calificados por algunos como casta, no está mal el adjetivo, pero hay otros, que es posible que estén más acertados, y los encuadran en el “antiguo régimen,”  por sus métodos de actuación, de desgobierno, por funcionar  como dueños de vidas y haciendas, o sea, como dueños del cotarro.
   Desde las calles de Burgos se oye un grito, grito que los actuales inquilinos de los sillones de mando de la casa consistorial deben escuchar: “No queremos más obras faraónicas. No queremos que se siga aumentando la deuda municipal. No queremos plaza de toros, ni con sombrero, ni con chapela. Señores munícipes, los ciudadanos tenemos otras necesidades, otras formas de concebir la ciudad, de utilizar y confeccionar, los presupuestos municipales, de participar en la cosa y causa pública”.
Fuente: EL PERDIGÓN