Esqueleto en piedra del císter en el Valle de Manzanedo
Durante más de siglo y medio, desde la Desamortización de Mendizábal, el cenobio ha estado abandonado y fue una alegoría de la muerte
Los Amigos de Rioseco han realizado una gran labor de recuperación del monasterio y sus voluntarios han adecentado el lugar
Las administraciones y la Iglesia se han desentendido a lo largo de los años de un lugar mágico y lleno de romanticismo
Durante decenas de años, el viejo monasterio de Rioseco agonizaba en los montes del Valle de Manzanedo. Aunque los Amigos de Rioseco se han empeñado en no perder la historia del lugar, aún andar entre las ruinas del cenobio es transportarse en el tiempo a una época remota.
Sensaciones encontradas las que el visitante se encuentra al visitar las piedras comidas por la hiedra y agrietadas por el paso de un tiempo que no deja más huella que la destrucción. Las administraciones competentes, la Junta y la Iglesia, son las responsables de la decadencia y ruina del monasterio.
Seis siglos tardaron los monjes de Rioseco en consolidaron la abadía. Las diferentes partes del complejo monástico así lo demuestran y se puede ver la evolución del arte en los diferentes adosados que se le hacen a la primitiva construcción. La mole de sillares, perfectamente ordenados, que configuran la pared en la que se ubica la entrada a la iglesia, ya da la primera impresión de grandeza. Pero del viejo claustro apenas quedan hoy los nervios; un esqueleto de piedra que amenaza con caerse si nadie lo remedia.
Rioseco está enclavado en uno de esos parajes míticos de la geografía provincial. El Ebro le da la vida al Valle de Manzanedo y serpentea y se retuerce entre los pueblos y aldeas que baña con generosidad. Cidad de Ebro, Manzanedo, Rioseco, Incinillas, Cubillos del Rojo… son sólo algunos de los topónimos más conocidos de este valle. Es un paisaje sugerente, con una magia especial:aquella que vieron, notaron los monjes para establecer aquí su monasterio.
Rioseco fue uno de esos enclaves mágicos del císter en España. A los monjes bernardos les costó trabajo encontrar una ubicación como esta. Su primitiva localización fue en Quintanajuar, en pleno Páramo de Masa. En el siglo XIII se trasladaron a San Cipriano en Montes de Oca, antes de ubicarse en Manzanedo, pero no en la localización definitiva.
El primer cenobio estaba unos metros más arriba, en lo que hoy es el pueblo de Rioseco el Viejo. Allí aún se pueden ver, anclados en el monte, los restos de la primera abadía. Entre la maleza se puede ver un viejo ábside románico medio derruido.
El Císter
Fue una orden monástica católica fundada en 1098 en Citeaux, Francia, por un grupo de monjes benedictinos de la abadía de Molesme, que estaban bajo la dirección de San Roberto. También se les llamaba monjes blancos por el hábito blanco o gris que usaban bajo sus escapularios negros.
La historia cuenta que los primeros cistercienses establecieron una comunidad guiada por la más estricta de las reglas monásticas que en 540 había fundado para sus monjes San Benito de Nursia. Nombres ilustres como San Bernardo de Claraval (ingresó en Citeaux en 1113) que en 1115 se convirtió en el abad fundador de Claraval.
Regresamos al Valle ya que en 1235, los monjes se ubican por fin en su lugar definitivo, en una zona con decenas de asentamientos de ermitaños.
Un ejemplo son los restos de las viejas ermitas rupestres que salpican la comarca norte de la provincia de Burgos, como el de San Pedro de Argés, a pocos metros del cenobio. Se trata de un lugar muy protegido de las inclemencias del tiempoy con agua y comida abundantes que proporcionaba a estos monjes, seguramente, el Ebro.
Duerme el claustro de doble arcada ya limpio gracias a la labor desinteresada del grupo de Amigos de Rioseco. El templo al norte, el patio, al sur. Suntuoso, grande, espléndido, el monasterio evoca soledad y tristeza. En el centro del claustro, una fuente construida por Diego González en 1590 manaba agua y daba vida al monasterio.
Misterio
Es muy clara la distribución de la iglesia en forma de tau. Pero, lejos del Camino de Santiago, ¿por qué esta tendencia templaria? El Camino del norte también está alejado y separado por el macizo de los montes del Cantábrico. Pero las huellas del Temple ahí quedaron.
Las tres naves del ábside alcanzan los 20 metros de altura, siete de ancho y 40 de fondo. El espacio dedicado en la iglesia da idea de que la comunidad de monjes era muy grande.
Decadencia y muerte
Inocencio Cadiñanos, en su obra ‘Santa María de Rioseco, historia y cartulario’, certifica que el 6 de noviembre de 1835, el comisario de Arbitrios de Amortización se presentó en Rioseco para la supresión de esta Comunidad, sería la fecha de su muerte como monasterio. Todo ello hasta el día de hoy.
Fuente: Burgosconecta.es