Arrogancia
Nunca una resaca electoral se había prolongado en el tiempo más allá de un par de días, los justos para finalizar con el recuento de votos y constituir los gobiernos resultantes del proceso democrático. Evidentemente porque nunca se había producido una brecha tan grande entre las querencias de los partidos y la sociedad que acude a las urnas. El debate se quedaba siempre en ese análisis en el que todos ganaban -PP y PSOE-. El bipartidismo se repartía el grueso de la tarta y las migajas que quedaban en el plato las rebañaba el resto.
PP y PSOE son los grandes perdedores pese a ganar en las plazas importantes, pero entran a repartirse el pastel aquellos partidos aupados por una sociedad movida harta de prepotencia, soberbia, corrupción y un gobierno a espaldas a la realidad que les ha tocado vivir. Ese hartazgo es, a mi juicio, el verdadero vencedor de las elecciones del 24-M. Hay personas más capacitadas para hacer un análisis sobre ello, no me cabe ninguna duda. Pero cuando durante cuatro años a uno le acusan de haber provocado la crisis por vivir por encima de sus posibilidades, mientras que saltan a la luz casos tan flagrantes como la caja B del PP o el escándalo de Urdangarín; los Eres de Andalucía; o casos como el de la familia Pujol o Rato, por sólo mencionar la punta del iceberg. Cuando en cuatro años han pasado a engrosar las filas del paro más de 2,5 millones de personas más; cuando se producen desahucios mientras que se rescata a la banca; cuando los recortes siempre se centran en las políticas sociales y la población infantil en el umbral de la pobreza crece en torno al 20%. Cuando un gobierno levanta el dedo acusador contra la población mientras que se pone la medalla de una recuperación económica que no notan los que han perdido una beca para poder seguir estudiando o un trabajo para pagar su hipoteca y su luz. Cuando las políticas sólo enriquecen a unos pocos y empobrecen a muchos y se mantiene la misma arrogancia y discurso triunfalista... Cuando todo eso ocurre, en algún momento llega el puñetazo en la mesa. Y eso es exactamente lo que ha pasado. A los grandes partidos les ha hecho perder la arrogancia y la soberbia. Una actitud que ha hecho saltar incluso a sus propias filas, como le ha ocurrido a Herrera en esta Comunidad. Se ha abierto un nuevo escenario. Ha llegado el tiempo del diálogo, no de la imposición. Pónganse cara al ciudadano y comprueben que el minero, el estudiante, el trabajador, el sin techo, los niños que van a clase sin desayunar... Todos ellos quieren una regeneración social y política. Construyan unos gobiernos en los que las políticas recuperen aquello que nunca debieron perder, servicio al ciudadano, gobierno por y para el pueblo. La esencia misma de la Democracia. Quizá ella ha sido la gran vencedora. En la mano de todos está que esa victoria no se diluya entre venganzas y discusiones que nos conduzca a la debacle como país.
PP y PSOE son los grandes perdedores pese a ganar en las plazas importantes, pero entran a repartirse el pastel aquellos partidos aupados por una sociedad movida harta de prepotencia, soberbia, corrupción y un gobierno a espaldas a la realidad que les ha tocado vivir. Ese hartazgo es, a mi juicio, el verdadero vencedor de las elecciones del 24-M. Hay personas más capacitadas para hacer un análisis sobre ello, no me cabe ninguna duda. Pero cuando durante cuatro años a uno le acusan de haber provocado la crisis por vivir por encima de sus posibilidades, mientras que saltan a la luz casos tan flagrantes como la caja B del PP o el escándalo de Urdangarín; los Eres de Andalucía; o casos como el de la familia Pujol o Rato, por sólo mencionar la punta del iceberg. Cuando en cuatro años han pasado a engrosar las filas del paro más de 2,5 millones de personas más; cuando se producen desahucios mientras que se rescata a la banca; cuando los recortes siempre se centran en las políticas sociales y la población infantil en el umbral de la pobreza crece en torno al 20%. Cuando un gobierno levanta el dedo acusador contra la población mientras que se pone la medalla de una recuperación económica que no notan los que han perdido una beca para poder seguir estudiando o un trabajo para pagar su hipoteca y su luz. Cuando las políticas sólo enriquecen a unos pocos y empobrecen a muchos y se mantiene la misma arrogancia y discurso triunfalista... Cuando todo eso ocurre, en algún momento llega el puñetazo en la mesa. Y eso es exactamente lo que ha pasado. A los grandes partidos les ha hecho perder la arrogancia y la soberbia. Una actitud que ha hecho saltar incluso a sus propias filas, como le ha ocurrido a Herrera en esta Comunidad. Se ha abierto un nuevo escenario. Ha llegado el tiempo del diálogo, no de la imposición. Pónganse cara al ciudadano y comprueben que el minero, el estudiante, el trabajador, el sin techo, los niños que van a clase sin desayunar... Todos ellos quieren una regeneración social y política. Construyan unos gobiernos en los que las políticas recuperen aquello que nunca debieron perder, servicio al ciudadano, gobierno por y para el pueblo. La esencia misma de la Democracia. Quizá ella ha sido la gran vencedora. En la mano de todos está que esa victoria no se diluya entre venganzas y discusiones que nos conduzca a la debacle como país.
Fuente: Correo de Burgos