Las fiestas enjuician la labor municipal y quitan más que dan
Dom, 06/07/2014
Las fiestas de San Pedro constituyen un compromiso ineludible pero delicado para cualquier alcalde de Burgos puesto que le quitan más que le dan. Todos los burgaleses damos por supuesto que los festejos se desarrollarán como es debido, de acuerdo a nuestras tradiciones y sin dar realmente importancia a los esfuerzos que esa tarea requiere. Pero cuando ocurre cualquier incidente se nos abre la caja de los truenos, que retumban sobre las espaldas de los responsables de los festejos y, por encima de todos, de las del alcalde. Y en vísperas de la precampaña electoral que se desplegará en otoño, cualquier desliz multiplica su importancia.
La polémica surgida tras el accidente en la cuarta sesión de los fuegos artificiales es un ejemplo de cómo rápidamente se pasa de simplemente participar, con una aceptación implícita de cómo se desarrollan las fiestas, a las críticas públicas más acusadas. Y teniendo en cuenta, además, de la enorme suerte que hubo en que no se produjera una desgracia mayor, lo que hubiera deparado consecuencias muchísimo más graves que un rifirrafe entre el grupo del PP y la oposición municipal. Para acabar de complicar las fiestas y para hacer buena la afirmación de que quitan más que dan, el charco en el que se ha metido la empresa adjudicataria de la feria taurina al suspender la novillada del viernes también va a acabar salpicando al equipo de Gobierno municipal, que, prudentemente, anuncia un expediente para investigar la cuestión mientras, por otro lado, ve venir una nueva querella de la empresa taurina que fue excluida del concurso. Según reconoció el Ayuntamiento, no ha cobrado por adelantado el canon de la feria, como mandaba el pliego, por lo que Zúñiga estudia ya una nueva demanda por prevaricación.
De vuelta a la suspensión del festejo, ocurre que, además de que ninguno de los implicados asume responsabilidad alguna sobre lo ocurrido el viernes, la escena casi vuelve a repetirse ayer sábado, dando alas a las sospechas de que en este asunto hay mucho más trasfondo del que parece. Lo que esta claro es que el aficionado, el burgalés que quiere disfrutar de las fiestas, encuentra un único culpable que señalar cuando las cosas no salen como deberían: el Ayuntamiento.
En términos políticos, la faena, la taurina, y el lamentable accidente pirotécnico que afectó seriamente a veinte personas y alarmó a toda una ciudad, le van a costar a Lacalle no sólo un mal final de fiestas, sino también un amargo inicio de este verano, en el que, según sus propias palabras, meditará si vuelve a presentarse a las elecciones para ser alcalde en 2015. Hasta entonces se le presentan ocasiones de enmendar esta mala imagen, pero también otras en las que un mal paso puede volver a colocar a la opinión pública en su contra. No faltan proyectos polémicos -como la cubierta para la plaza de toros o la renovación de la flota de autobuses- en los que patinar y depende de cómo los gestione este equipo de Gobierno el que llegue sano y salvo a la orilla electoral. Si demuestra prudencia y sentido común, como en el caso del vial de las Rebolledas, tendrá margen, pero debería estar atento para no avivar un nuevo ‘espíritu de Gamonal’.
La polémica surgida tras el accidente en la cuarta sesión de los fuegos artificiales es un ejemplo de cómo rápidamente se pasa de simplemente participar, con una aceptación implícita de cómo se desarrollan las fiestas, a las críticas públicas más acusadas. Y teniendo en cuenta, además, de la enorme suerte que hubo en que no se produjera una desgracia mayor, lo que hubiera deparado consecuencias muchísimo más graves que un rifirrafe entre el grupo del PP y la oposición municipal. Para acabar de complicar las fiestas y para hacer buena la afirmación de que quitan más que dan, el charco en el que se ha metido la empresa adjudicataria de la feria taurina al suspender la novillada del viernes también va a acabar salpicando al equipo de Gobierno municipal, que, prudentemente, anuncia un expediente para investigar la cuestión mientras, por otro lado, ve venir una nueva querella de la empresa taurina que fue excluida del concurso. Según reconoció el Ayuntamiento, no ha cobrado por adelantado el canon de la feria, como mandaba el pliego, por lo que Zúñiga estudia ya una nueva demanda por prevaricación.
De vuelta a la suspensión del festejo, ocurre que, además de que ninguno de los implicados asume responsabilidad alguna sobre lo ocurrido el viernes, la escena casi vuelve a repetirse ayer sábado, dando alas a las sospechas de que en este asunto hay mucho más trasfondo del que parece. Lo que esta claro es que el aficionado, el burgalés que quiere disfrutar de las fiestas, encuentra un único culpable que señalar cuando las cosas no salen como deberían: el Ayuntamiento.
En términos políticos, la faena, la taurina, y el lamentable accidente pirotécnico que afectó seriamente a veinte personas y alarmó a toda una ciudad, le van a costar a Lacalle no sólo un mal final de fiestas, sino también un amargo inicio de este verano, en el que, según sus propias palabras, meditará si vuelve a presentarse a las elecciones para ser alcalde en 2015. Hasta entonces se le presentan ocasiones de enmendar esta mala imagen, pero también otras en las que un mal paso puede volver a colocar a la opinión pública en su contra. No faltan proyectos polémicos -como la cubierta para la plaza de toros o la renovación de la flota de autobuses- en los que patinar y depende de cómo los gestione este equipo de Gobierno el que llegue sano y salvo a la orilla electoral. Si demuestra prudencia y sentido común, como en el caso del vial de las Rebolledas, tendrá margen, pero debería estar atento para no avivar un nuevo ‘espíritu de Gamonal’.
Fuente: Correo de Burgos