El descuido
Escribió
Ángel Ganivet: cuando los de abajo se mueven, los de arriba se caen. Se caen o
se callan. Ha pasado en Burgos. Se movieron los de abajo y el alcalde se ha
tenido que envainar
Pues el mejor de todos nosotros dijo en la
televisión del Estado, que entonces era la mejor de todas, que la democracia
solo era posible en Grecia, pues el pueblo cabía en un estadio y que por tanto
se le podía preguntar qué prefería, si galgos o podencos. Mientras tanto, venía
a inferir el autor de El divino impaciente, era mejor estar como
estábamos. Y estábamos con Franco, claro, que mandaba mientras respiraba.
Los políticos (como los periodistas) tienden a usar
al pueblo como les da la gana
En esos mismos programas de adoctrinamiento de la
democracia de nombre químico, la democracia orgánica, le escuché decir a un
periodista pillo y audaz, Emilio Romero, qué hacía él cada vez que tenía que
adaptarse a lo que impusiera el poder, pues entonces el debate era entre
falangistas, o posfalangistas, y gente del Opus Dei. Dijo el entonces director
de Pueblo, tan buen periódico, por cierto: “Pues cuando llueve saco el
paraguas, y cuando ya no llueve lo cierro”.
Así era. Luego vino la democracia, Pemán fue
agasajado por todo el mundo en el Palacio Real en las primeras fiestas
democráticas organizadas por la Monarquía; es histórica esa fotografía de
Marisa Flórez en la que se ve al maestro recibir el agasajo del Rey Juan
Carlos, que se arrodilla ante el patriarca gaditano en una especie de cambio de
despachos entre una época y otra, entre la democracia química y la democracia
coronada.Romero ya había cerrado el paraguas e inauguraba el tiempo nuevo con
la misma audacia con que había sobrevivido en la anterior batalla.
Todo eso es pasado, o casi todo, menos, quizá, lo
que escribió Ángel Ganivet: cuando los de abajo se mueven, los de arriba se
caen. Se caen o se callan. Ha pasado en Burgos. El alcalde quería hacer un
bulevar, según él siguiendo el mandato popular. Pues el pueblo se le levantó y
le dijo que no era cierto, que ellos no querían ese dispendio. Se movieron los
de abajo y el alcalde se ha tenido que envainar, después de días de disturbios,
lo que había vendido como un favor a su pueblo. Los políticos (pero también los
periodistas) tienden a usar al pueblo como les da la gana: declaran interpretar
el sentir popular como si tuvieran un sismógrafo. No es que tengan que reunir
al público en un estadio, como sugería Pemán para justificar la democracia de
Franco, pero sí tendrían que atender a lo que se dice en la calle aunque no sea
en su favor. Si el alcalde de Burgos hubiera puesto atención, Interior se
hubiera ahorrado unos dineros y también unos efectivos. Y una reacción que
parecía hecha para detener la entrada de Napoleón. No, si era tan solo gente
que no quería un bulevar. Lo que le sobró al alcalde fue descuido de lo público
y arrogancia del poder, que eran los alimentos de la democracia química que le
gustaba a Pemán. El alcalde tendría que haber leído a Ganivet.
Fuente El País