QUITARNOS EL MIEDO
LORENZO SILVA
Actualizado: 19/01/2014
Ningún banco tiene dinero para atender la petición simultánea de
todos sus acreedores, ningún ejército puede repeler a la suma de todos los
demás ejércitos puestos de acuerdo para atacar, ningún gobierno tiene policías
para contener la ira de todos los ciudadanos del país que administra. El mundo
no se va al carajo a cada momento y por todas y cada una de sus costuras
gracias a un frágil equilibrio entre el miedo y la confianza. Entre aquello que
la gente teme y aquello en lo que confía,
se establece un delicado sistema de contrapesos que sostiene la normalidad.
Si falla, sucede la bancarrota, la guerra, la revolución.
Unos
vecinos se echan a la calle en Burgos para paralizar un proyecto del
ayuntamiento que no ha contado con sus necesidades ni sus anhelos, pero sí
cuenta con el dinero de sus impuestos. El alcalde que tiene mayoría absoluta se
enroca en sus posiciones y pide que le envíen antidisturbios. Los
antidisturbios llegan, pero la bronca no va a menos sino a más. Las imágenes de
las revueltas nocturnas de Gamonal, que es como se llama el barrio de los
díscolos, empiezan a circular y empiezan a comentarse. Algunos comentaristas
subrayan su posible valor simbólico, la
señal de un descontento más profundo y general que encierra esa movilización
por razones aparentemente nimias y particulares. Otros
comentaristas, más escépticos o menos deseosos de dar pábulo a la insumisión
popular, rechazan como ingenuas esas especulaciones. Alguno llega incluso a
mostrarse cáustico y despectivo: qué idiotez, hablar de revolución a propósito
de algo tan ruin y burgués como defender el sitio para el coche.
Es lo que suele ocurrir con los comentaristas: los hay para
todos los gustos, y al fin y a la postre ni unos ni otros mueven molino, por
más que alguno se crea investido con la portavocía de la voluntad popular o, en
el lado opuesto, con la excelencia intelectual necesaria para ridiculizar y
poner en su sitio los devaneos obtusos de la plebe. Al final, importa sólo lo
que ocurre: los hechos. Y las voces que más dicen son las que acaso menos
pretenden decir, pero se hallan más cerca de la jugada.
Y lo que ocurre es que con la reiteración y la proyección cada
vez mayor de los disturbios alguien
se pone nervioso en las regiones del organigrama del partido
del alcalde que se encuentran por encima de él, y que primero lo llaman a
capítulo para convencerle de que suspenda de momento la obra controvertida,
cosa que el alcalde termina por hacer a regañadientes. Y que luego, cuando la
presión popular y la oposición reclaman la paralización definitiva de la obra y
la cancelación del proyecto, y el alcalde vuelve a echar mano de su mayoría
absoluta para negarse, sus superiores, en vez de apoyarle, vuelven a doblarle
el brazo. Y es que las manifestaciones que empezaron en el barrio de Burgos se
extienden ya por todas las capitales del país.
No era la revolución de octubre, seguramente. Pero
tampoco cabe ya decir (y es una lástima, en lo tocante a los comentaristas
ingeniosos y sarcásticos) que lo de Gamonal no ha sido nada. En medio del
estupor, alguien pregunta a una vecina del barrio, una comentarista de a pie,
anónima y sin tribuna ni púlpito que la eleve sobre nadie. Y la vecina, en una
sola frase, cartografía
el abismo pavoroso que acaba de abrirse bajo los pies de alguno
que creía pisar suelo firme: "Nos
han quitado tanto, que han acabado por quitarnos el miedo".
He ahí el quid del asunto.
Puede
que esa vecina anónima, sin ninguna pretensión retórica o doctrinal, haya
formulado un recio principio de filosofía política para estos convulsos albores
del siglo XXI: a la ciudadanía puede quitársele cuanto convenga, según la
coyuntura y los compromisos del gobernante, con el límite de no despojarla del
miedo que sirve para contrarrestar el déficit de confianza
Fuente: El Mundo