sábado, 14 de septiembre de 2013

PARA REBOLLO TODO VALE

Las cargas del cargo


¿TODO vale? La respuesta que aflora de forma inmediata es un no rotundo. Pero la realidad desvela lo contrario. A veces los humanos, de perros y gatos ya hablaré en otra ocasión, somos capaces de soportar la mayor tempestad a cambio de seguir en lo que creemos es la cúpula del poder, el ojo público o cualquier lugar que nos eleve la vanidad. ¿Dónde ponemos los límites de lo intolerable? Es un misterio. 

Viene toda esta diatriba a cuento de la figura, triste pero soberbia, del concejal de Transportes ayer durante el Pleno. Esteban Rebollo ya había digerido las críticas que le llegaron el día anterior de todas las esferas, propias y ajenas, pero le quedaba el trago de recibir otro aluvión de reproches y sometido a la mirada feroz del público. Y las soportó. Con la mirada baja a ratos. Pero allí siguió, bajo el chaparrón y sin un paraguas donde refugiarse.
 ¿Qué mueve a seguir impertérrito mientras te denigran, insultan y descalifican, quizás merecidamente, pero allá te va? ¿Tantas ansias de poder se tienen como para soportarlo y después proseguir como si nada? No lo creo. Tampoco que sean razones económicas por muy suculentos que sean los emolumentos o las mordidas. Tampoco admito que se asuma como las cargas del cargo. No hay trabajo, merecido o no, que valga la pena a ese precio. ¿Si renegamos de la dignidad, qué nos queda? Desconozco cómo habría actuado si hubiera estado en el lugar del concejal. Pero seguro que habría abandonado. Sin alharacas ni soberbias innecesarias. Habría pedido disculpas y emprendido el camino de salida.  Cuando el cargo es público, sometido a la voluntad de las urnas y los ciudadanos, no se puede defraudar ni aferrarse al sillón a cualquier precio. Mientras no asumamos que no todo vale, que el juego político debe tener unos límites y que cuando uno se equivoca hay que reconocerlo.
Cuando abandonaba ayer el salón de plenos el concejal me musitó que a veces se quieren hacer bien las cosan pero se cometen.... Le respondí «errores, se llaman errores». Nadie está libre. Sólo hace falta reconocerlo y decir basta.

CARMEN MORENO


Fuente: Correo de Burgos