Los radicales de Syriza rozan la mayoría absoluta y su líder asegura que se ha acabado la era de la austeridad y los dictados de la troika
Grecia votó ayer de forma rotunda en contra de la política de austeridad y reformas de la Unión Europea y en favor del programa de extrema izquierda del joven partido Syriza. Alexis Tsipras, un ingeniero de 40 años, procedente del partido comunista, será el próximo jefe de Gobierno en Atenas tras derrotar a su principal rival, el actual primer ministro Antoni Samaras, líder del partido conservador Nueva Democracia. Sin mayoría absoluta, Syriza podría descargar sobre sus aliados la responsabilidad de los incumplimientos que sin duda han de llegar dadas sus promesas irrealizables dentro de la Unión Europea. Después de Syriza y Nueva Democracia quedó situado «Amanecer Dorado», un partido abiertamente neonazi, antes de otro partido, el centrista «El río» que quedó cuarto, antes de los comunistas ortodoxos y del PASOK, el partido socialista que marcó durante décadas la política griega, hace un lustro aun tenía una mayoría absoluta y apenas supera el 4%. El resultado de ayer es una victoria histórica de un partido de extrema izquierda y cuadros comunistas en unas elecciones libres en una democracia europea, 25 años después de la caída del muro de Berlín y de los regímenes comunistas. Es también la primera llegada al poder de uno de los muchos partidos populistas extremistas que han surgido en numerosos países de la Unión Europea. Con postulados que en muchos casos violan los principios de la comunidad política de derecho que es la UE. Se rompe así también la regla no escrita de la moderación y lucha en el centro entre izquierda y derecha en la política de las democracias europeas desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La polarización que pueda resultar de ello, del auge derechista en el norte e izquierdista en los países pobres del sur, supondría un nuevo y serio desafío para la cohesión europea. También surgen problemas para la política de defensa común. La dirección de Syriza está compuesta por enemigos acérrimos de la OTAN. Solo había dos cosas ciertas ayer, la victoria de Syria y que se abre para Europa un periodo de gran incertidumbre.
Hartos de crisis
Tras una campaña que comenzaron supuestamente empatados, Syriza cogió la delantera a pocos semanas y amplió al final su diferencia. Los griegos, hartos de una terrible crisis que desde hace seis años ha hecho caer el PIB en un 25%, ha dejado al 25% en el desempleo y al 50% de la juventud, han creído en el mensaje de inmensa ilusión de quien les ofrece acabar con la austeridad de inmediato y abrir los grifos de la ayuda pública a todos los sectores más desfavorecidos. Y al mismo tiempo que aumenta el gasto promete abolir impuestos, entre otros el tan dramático sobre la vivienda. Además, promete «poner fin a la humillación» como en campaña ha llamado a la denuncia de todos los compromisos de reforma aceptados para los rescates por parte del gobierno anterior. Los 240.000 millones de euros que los socios han invertido en impedir que Grecia quebrara, sin acceso a los mercados internacionales, no han sido tema en la campaña. En la que Syriza ha sabido hacer olvidar las responsabilidades de la sociedad griega y ha culpado solo a los oligarcas y a los poderes extranjeros. Por eso entre las banderas principales estaba el desafío a los países del norte y, muy especialmente, a la Alemania de Angela Merkel, convertida por la izquierda griega en el mayor enemigo y fuente de mucho mal y sufrimiento de un país injustamente maltratado por imposiciones y un supuesto «diktat» alemán que Syriza no ha dejado de comparar con las imposiciones durante la invasión de Grecia por los nazis. La primera reacción de Syriza al conocer su victoria ha sido muy significativamente el anuncio de que «el acuerdo con la troika ya está muerto». El partido de Tsipras proclamó que «la campaña de la esperanza ha ganado a la campaña del miedo».
No todo son lamentos en los países septentrionales de la UE ante la victoria del extremismo izquierdista en Grecia. Son muchos los que la ven como la gran oportunidad de expulsar a Grecia de la moneda única, lo que muchos desean desde hace años. Lo que además sería un claro mensaje para todos lo demás miembros. Entre ellos a España. De ahí que Tsipras no vaya a encontrar mucha flexibilidad en Europa. Y será él, que es quien a partir de ahora debe pagar a fin de mes la facturas y los salarios, quien deba explicar a los griegos que no todo es tan fácil como en campaña. Su primera labor será en los próximos meses rebajar las expectativas de su electorado. A no ser que sí se decida al enfrentamiento y la salida del euro que durante la campaña siempre ha descartado. Y lo ha hecho porque la cúpula de Syriza ha logrado difundir con credibilidad, se verá con cuánto fundamento, que Europa cederá.
Así pues se ha producido lo que temían en Grecia y en Europa quienes creían que la lenta recuperación podría llevar a buen puerto. Por mucho que Antoni Samaras no fuera especialmente querido por nadie en Europa y nadie haya olvidado su oportunismo en pasadas épocas, era la esperanza de muchos de poder dar tiempo a tener resultados a la reformas del rescate. No ha sido así. Han tenido razón quienes ya preveían, dentro y fuera del país, que la ruptura del tejido social en Grecia, la gran lentitud y dificultad de todo proceso de mejoría y la irrupción en el escenario político de la oferta populista de extrema izquierda invitaban a un cambio radical. Además, el recuerdo del desastroso legado del partido Nueva Democracia en anteriores gobiernos, especialmente entre 2004 y 2009, lo ha pagado Samaras, queno ha tenido credibilidad para pedir paciencia a un pueblo agotado y hastiado que quiere buenas noticias . Que es lo que ha votado la mayoría de los griegos. Llega la hora de la verdad y en las próximas semanas y meses se verá si es posible que convivan dos mensajes incompatibles. El de Tspiras exige le mantenga Europa la financiación sin nuevas condiciones y tras desmantelar muchas de las actuales. El de la UE ayer de nuevo subrayado con toda energía por Bundesbank como por Berlín es que todas las partes han de cumplir estrictamente con sus obligaciones. «Espero que el nuevo Gobierno griego no haya hecho promesas que su país no se pueda permitir», dijo en primera reacción a la victoria de Tsipras el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann. En caso extremo, han subrayado durante toda la campaña electoral los mandatarios europeos, la salida de Grecia del euro no sería una tragedia. Esto que pudo estar dirigido antes a los votantes lo es ahora para el nuevo gobierno que surja del resultado de ayer.
Escaso margen
Por eso se habrá de ver cuán radical es en realidad el nuevo Gobierno. Porque el margen que tiene Alexis Tsipras es muy estrecho. Fuentes de Bruselas y Berlín que han mantenido contactos con gentes de Syriza se muestra aun confiados en que los nuevos dirigentes hagan gala de realismo cuando conozcan todos los extremos de su situación. Hoy mismo se reúne el eurogrupo para tratar de una extensión del actual programa de rescate y otro tercero. Y ver las obligaciones de pago de Grecia que hoy por hoy no puede cumplir. Asistirá el ministro en funciones del Gobierno derrotado. Pero Syriza ha prometido a los griegos un aluvión de medidas para mejorar su situación que no solo dinamitan todo el programa de reformas habido. Sitúan al presupuesto griego ante una situación perfectamente irresoluble. Pero no ha habido forma de que Tsipras y su gente explicaran cómo van a financiar, en caso de ganar, todas las promesas que han acumulado. El programa de Tsipras se basa en la convicción, contagiada al electorado, de que la Unión Europea aceptará continuar la financiación, renunciar a parte de las reformas y aceptar además que alguna ya realizadas sean desmanteladas. Los resultados de Grecia crean una nueva situación, sin precedentes en el seno de la UE y con inmensas consecuencias para toda ella.
Fuente: ABC