El cuatrimestre negro de Rajoy
Un hilo invisible une la dimisión de Ruiz-Gallarón en septiembre y la de Torres-Dulce en diciembre. Cuatro meses muy críticos
La dimisión del Fiscal General del Estado viene a
confirmar que el cuatrimestre septiembre-diciembre del 2014 ha sido negro,
negro carbón, para el Gobierno de España. Cuatro meses que parecían
imprescindibles para construir una sólida rampa de lanzamiento del discurso de
la recuperación económica se han transformado en una sucesión de escándalos y
percances que han acentuado el deterioro del clima político. Cuatro meses de
grave oxidación de la imagen pública del Ejecutivo.
Pasemos
lista. Dimisión del ministro de Justicia, Alberto
Ruiz Gallardón, el 23 de septiembre, como respuesta a la retirada del
proyecto de ley del aborto. El susto del ébola, inicialmente muy mal
gestionado. Sucesión de escándalos, con epicentro en Madrid, con especial
repercusión pública del caso de las tarjetas opacas de Caja Madrid, mientras
todo el aparato mediático central intentaba establecer una equivalencia entre
soberanismo catalán y corrupción. Paradoja: la radioactividad
del cráter Pujol acaba potenciando el efecto social de los demás
escándalos. Rodrigo
Rato y Miguel
Blesa afrontando fianzas multimillonarias. Reactivación del caso
Bárcenas, con imputación del ex secretario general del Partido Popular, Ángel
Acebes. Nervios en Génova, muchos nervios. Obligada dimisión de la ministra
de Sanidad Ana
Mato, señalada por el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz como
beneficiaria de algunas de las prebendas de la trama Gürtel. Beneficiaria, pero
no imputada. Cráteres en Andalucía (caso ERE), Asturias (caso Fernández Villa),
Valencia (un caso detrás de otro), Extremadura (viajes del presidente regional
Monago). España convertida en paisaje lunar. Estrepitoso fracaso del debate
parlamentario inicialmente concebido para relanzar la imagen de lucha
institucional contra la corrupción. Negativa del PSOE a firmar un pacto
‘fotográfico’ con el PP y dictamen del juez Ruz sobre la ministra Mato,
veinticuatro horas antes de la sesión parlamentaria. Inmediatas maniobras en la
orquesta del Consejo General del Poder Judicial (con dimisión de la vocal de
CiU, Mercè Pigem, por un mal paso en Andorra) para acortar la presencia
del magistrado Ruz en la Audiencia Nacional. Suma y sigue. Publicación de
las primeras encuestas que sitúan a Podemos en primera o segunda posición.
Procesamiento –esta misma semana- de parte de la cúpula del Partido Popular en
Valencia como consecuencia del caso Gürtel. Indecisión sobre la candidatura
municipal y autonómica de Madrid como consecuencia de los sondeos adversos.
Silencio sepulcral de José María Aznar. Dimisión del Fiscal General del Estado.
Así ha transcurrido el cuatrimestre que tenia que haber sido el Cabo Cañaveral
del optimismo económico.
Falta un
dato, evidentemente: Catalunya. Una de las
causas inmediatas de la dimisión de Torres-Dulce son los forcejeos que se
produjeron en Madrid entre el domingo día 9 de noviembre por la tarde y el
miércoles día 12. La consulta informal catalana tuvo una enorme repercusión en
los medios de comunicación internacionales y fue leída por la opinión pública
española como un éxito político del soberanismo. Perplejidad y enfado en la
Moncloa ante la decisión de Mas de capitalizar la jornada el mismo domingo por
la noche con una fulgurante comparecencia televisiva. Ataque de nervios de la
dirigente del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho, que comienza a ver su carrera
política sepultada por el auge de Ciutadans en Catalunya. Espeso malhumor de
algunos de los ministros séniors del Gobierno, que querían haber optado por la
incautación previa de las urnas y papeletas de la consulta, localizadas días
antes del 9-N en un almacén de Lleida. Malestar dirigido hacia la
vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Malestar e inquietud en las
organizaciones territoriales del PP, a su vez muy nerviosas ante la difícil
campaña municipal y autonómica que se avecina. Javier Arenas Bocanegra
maniobrando detrás de los cortinajes.
De este
cúmulo de contratiempos y circunstancias salió, disparada como un cañón, la
presión para que la Fiscalía presentase querella
contra Artur Mas. Sánchez
Camacho estaba tan nerviosa y necesitada de mensaje que cometió la
imprudencia de verbalizarlo de manera melodramática, como es habitual en ella,
en un programa de televisión. El miércoles día 12 de noviembre, en conferencia
de prensa, Mariano Rajoy tuvo que jurar solemnemente que no había habido
ninguna presión sobre la Fiscalía. Torres-Dulce acabó tramitando la querella,
contra el parecer de los fiscales de Catalunya, y en la expresión de su rostro
ya se leía la carta de dimisión. El pleno del Tribunal Superior de Justícia de
Catalunya debatirá el próximo lunes la admisión a trámite de la querella con la
renuncia del Fiscal del Estado sobre la mesa. Ciertamente, un cuatrimestre de
oro para el Gobierno.
Torres-Dulce
dimite quemado por el episodio catalán, pero hay más motivos. Dimite el Fiscal
General del Estado nombrado a propuesta del dimisionario Alberto Ruiz
Gallardón. Dimite un magistrado conservador de larga trayectoria profesional
que no ha querido actuar de manera más ostentosa en favor del Gobierno, en un
momento verdaderamente aciago para el Partido Popular. Este cuatrimestre puede
haber modificado el curso político de España. La carta de dimisión del Fiscal
General del Estado así lo atestigua. Quedan cinco meses para unas elecciones
municipales y autonómicas cruciales. Y queda Catalunya. La renuncia de
Torres-Dulce da aliento a Artur Mas y de alguna manera refuerza su propuesta
de candidatura soberanista unitaria para unos comicios avanzados.
Fuente: La Vanguardia