Una campaña electoral de miedo
Caretas, azúcar y purpurina. A los candidatos de estas próximas elecciones no les hace falta más atuendo que ése para celebrar este Halloween fuera de fecha. Pero vosotros, simples mortales, guardad los falsos colmillos de Drácula y las escobas de bruja, porque en esta fiesta son los malos los que se disfrazan: de buenos.
La alfombra roja -prefiero no saber de quien es la sangre- ya está echada. Y por ella llevan semanas desfilando uno tras otro “los buenos” de la peli. Que nos van a sacar de pobres. Que van a cambiar las cosas. Menos mal que la careta sólo tiene un agujerito por el que regalarnos los oídos, y que no les vemos la cara. Porque la tienen que tener roja como un pimiento cada vez que abren la boca. Eso a los que no se les haya caído ya de vergüenza. Pero pobres, la temporada de campaña, igual que la de primavera del Corte Inglés, es para eso, para vender. Aunque éstos no admiten devoluciones. En cualquier caso, basta de maldades y escuchemos que tienen que decir por el agujerito.
Hay uno que anda tuiteando orgulloso que es del partido “que sacó a España de lo más hondo en la última década del siglo pasado”. Mariano lo llaman. La barba le sienta mejor callado. El de Ciudadanos, Albert Rivera, ha asegurado que no estará en un partido que no lidere: “Ni bipartitos, tripartitos o cuatripartitos”, dice -se ve que anda sobrado-. La papeleta del PSOE “abre hospitales y escuelas, protege a mayores y da futuro a los jóvenes”, proclama Pedro Sánchez, que habrá estado -como todos, ojo cuidao- sacándose fotos por los asilos a los que le hayan dejado entrar vestido de cordero. Y otros, que hablar, hablan muy bien, contaban “lo imprescindibles” que eran las localidades del sur. Pero no pudieron conquistarlas.
Así las cosas, cada uno va proclamando las siete maravillas de sus respectivos partidos tapando sus vergüenzas con la careta y adornando las que no pueden esconderse con purpurina.
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