Rajoy, aislado: entre la revuelta dentro y bajo sospecha fuera
José María Triper, Madrid
13/10/2012 - 6:00 Actualizado: 13:34 - 13/10/12
Rajoy está entre la espada de los mercados y la pared de la
contestación social. La Marca España es hoy una rémora para nuestras
empresas y la exportación.
Nunca un Gobierno que generó
tanta ilusión y expectativas las ha dilapidado en menos tiempo. Éste es
el oscuro panorama que hoy, casi un año después de las elecciones
generales del 20 de noviembre, define la percepción y el sentimiento
popular respecto de la gestión política y los resultados del Ejecutivo
popular, con Mariano Rajoy a la cabeza.
Un Gobierno entre la espada y la pared por la presión de los mercados y el agravamiento de una crisis económica
que no ha hecho más que empeorar desde su llegada a La Moncloa. Los
números no engañan, y, si nos atenemos a ellos, vemos cómo la economía
española, que creció un 0,7 por ciento en 2011, ha entrado este año en
recesión para cerrar el ejercicio con un crecimiento negativo del -1,5
por ciento, en el mejor de los escenarios, y con previsiones similares
para el año 2013. Evolución parecida muestra la marcha de la deuda, que
en sólo un año ha crecido en torno a 20 puntos, hasta el 90 por ciento
del PIB. Entretanto, y a pesar de la entrada en vigor de la reforma
laboral, el desempleo ha crecido en casi medio millón de personas,
pasando de 5.273.000 parados en diciembre a 5.693.000 en este octubre,
mientras que todos dan por descontado que llegaremos a 6.000.000 de
personas sin trabajo al cierre del año 2012 y sin perspectivas de
retorno a corto plazo.
Resultados que mantienen nuestra prima de riesgo en el entorno de
los 450 puntos básicos, similar a la que nos dejó el Gobierno de
Rodríguez Zapatero, mientras que Italia, que entonces estaba por
encima, ha conseguido situarla por debajo de los 400. Y qué decir de
nuestro 'rating', que Standard&Poor's ha situado ya a un escalón del
'bono basura' y en vísperas de la revisión de Moody's.
Y todo este escenario negativo se concreta en un entorno de
promesas incumplidas, recortes de servicios sociales, subidas de
impuestos que asfixian el consumo y la inversión, rebajas salariales, y
empobrecimiento general -casi dos millones de niños viven ya en este
país en un contexto de pobreza- que ha generado una contestación social
generalizada, desde los funcionarios hasta los padres de alumnos
(insólito lo de estos últimos en este país), pasando por los
empresarios, los autónomos, los profesionales... y con la amenaza de una
nueva huelga general y un estallido independentista en Cataluña que ni
esperaba ni acierta a manejar.
Porque, además de su sumisión al puritanismo económico de la señora
Merkel, que ya hemos visto adónde ha llevado a Grecia y Portugal, lo que más se reprocha a este Gobierno es el incumplimiento de todas las promesas y principios de su programa electoral.
No vamos a subir impuestos, decían. Incluso Mariano Rajoy se
comprometió a ello en su discurso de investidura, para, a las primeras
de cambio, atacar con una subida del IRPF y rematar en julio con un alza
de 3 puntos en el tipo general del IVA y suprimir las deducciones por
vivienda habitual a muchas de las que tenían en sociedades las
empresas. Un aumento de la presión fiscal que convierte a España en uno
de los países europeos con mayores tipos de gravamen tanto en imposición
directa como indirecta.
También en esa investidura el presidente del Gobierno trazó las
'líneas rojas' de su política de ajustes en la educación y la sanidad.
Pues fueron de las primeras en caer, con el pago de las medicinas
incluido.
Y así ha ocurrido también con la Ley de Emprendedores, que dijo se
aprobaría antes del primer trimestre; la promesa de reformar el IVA para
que los autónomos y pymes paguen el impuesto sólo cuando cobren
efectivamente la factura; la rebaja de un punto en las cotizaciones
sociales de los empresarios; o con la 'hucha' de las pensiones, además
de un largo etcétera que nos lleva hasta el proyecto de Presupuestos
para 2013, en los que las partidos para las políticas de Servicios
Sociales y Promoción Social se rebajan el 14,4 por ciento, con caídas
del 24,1 por ciento en los recursos para igualdad y del 6,8 por ciento
en la lucha contra la violencia de género. Además, se recorta un 3,8 por
ciento el dinero para becas, en contra de lo dicho por la
vicepresidenta Sáenz de Santamaría. Eso sí, la reforma de la estructura
del Estado, con unas comunidades autónomas cuya financiación cuesta
85.000 millones anuales y que gastan 350 millones al año para mantener
los 17 Parlamentos, además de las Diputaciones, Ayuntamientos, empresas
públicas, fundaciones y demás, incluido un Senado que sigue siendo el
"lujo constitucional" del que hablara Camilo José Cela. Si a todo esto
añadimos una reforma laboral inacabada que no está creando empleo y una
reforma del sistema financiero que ya va por su cuarto fascículo y que
nunca acaba, pues resulta fácilmente entendible el aislamiento que tienen Rajoy, sus ministros y su partido, en el Parlamento y en la calle.
Y si inquietante es el escenario interno, no menos difícil está fuera de nuestras fronteras, donde
la credibilidad del Gobierno está bajo sospecha en Europa, con graves
descalificaciones a la figura de Rajoy en la prensa anglosajona, y una
Marca España que, por mucho que se empeñe en venderla el ministro
Margallo, es hoy "una rémora para nuestros empresarios y para
nuestras exportaciones", como decía recientemente un alto dirigente
empresarial con amplia y fructífera experiencia en el negocio
internacional.
Y es que, desde el punto de vista financiero, por ejemplo, las
empresas españolas se ven obligadas a pagar unos costes muy superiores a
los de nuestros competidores, que, junto a la desconfianza en la
capacidad de financiación de nuestro país y de nuestras exportaciones,
está perjudicando seriamente su competitividad y sus negocios
exteriores.
En Europa, son muchos los que le reprochan a Rajoy haber escogido mal
a sus compañeros de viaje. En lugar de hacer un frente común, como la
Italia de Monti y la Francia de Hollande, Mariano prefirió echarse en
los brazos de la señora Merkel, para hacerse perdonar el órdago que le
lanzó para aligerar unas décimas el objetivo de déficit. Ahora parece
que quiere rectificar y buscar alianzas con quienes debería. Esperemos
que no sea tarde.
Porque ni Merkel, ni sus súbditos del norte, consideran a España de los suyos y
ahí están -que sí, que no- con unas ayudas prometidas a los bancos que
no llegan y con Mariano sin atreverse a pedir el rescate por si le
obligan a tocar las pensiones -la única promesa que, todavía, no ha
incumplido-, pero también por el miedo a que después de pedirlo tenga
que enfrentarse a la humillación de que lo nieguen, para lo que bastaría
el voto en contra de uno solo de los socios.
Y fuera del Viejo Continente, pues ya vemos el respeto que impone
nuestro Gobierno en la Argentina de Kichner -por cierto, todavía estamos
esperando esa "respuesta contundente" que anunciaron Margallo y Soria
tras el latrocinio de YPF-, en la Bolivia de Morales o en la Venezuela
de Hugo Chávez.
Contenciosos graves todos ellos, ante los que EEUU y la UE
prefirieron lavarse las manos y considerar que no eran de su
competencia. Como tampoco van a entrar en el caso catalán. "Son asuntos
internos", dicen. Y mientras, Margallo a seguir vendiendo Marca España
en lugar de defenderla.
Fuente: elEconomista.es