lunes, 24 de marzo de 2014

HAY OTRO GAMONAL


Gamonal: estigmatizar el descontento para deslegitimar el conflicto
por Giuseppe Aricó y José Mansilla (OACU)
Operarios limpiando escombros de la calle donde se iban a hacer las obras. Foto: EFE. Vozpópuli.
El pasado viernes 17 de enero, bajo fuerte presión vecinal, el alcalde de Burgos Javier Lacalle (PP) anunciaba públicamente la “paralización total” de las obras de transformación de la calle Vitoria en Gamonal. Según los principales medios de comunicación, la decisión del alcalde se traduce en la victoria de facto de una protesta vecinal que habría finalmente alcanzado sus objetivos. La herida de Gamonal se pretendía sanada, el conflicto domado, pero durante el pasado fin de semana su “chispa” se ha extendido por todo el Estado originando significativas muestras de apoyo a la causa burgalesa, algo que precisamente ha servido para demostrar lo contrario. A pesar del cambio de rumbo municipal, Gamonal sigue hoy luchando y sus vecinos personándose frente al Ayuntamiento para reivindicar su papel activo en la toma de decisiones relativas a los procesos de urbanización de su espacio urbano. Lejos de enmarcarse dentro de una ideología o unas instrucciones de partido, estas reivindicaciones encarnan una protesta ciudadana que supera toda frontera política y que lucha por causas mucho más amplias: la corrupción generalizada, el paro, la falta crónica de servicios básicos, los intereses privados del mercado inmobiliario o la codicia neoliberal de un urbanismo que pretende acabar con cualquier expresión urbana que no se amolde a los imperativos establecidos por el Capital.
El descontento de los vecinos de Gamonal ha sido sistemáticamente reducido a la mera dimensión política local, algo a lo que hay que sumar la ingente distorsión provocada por la desinformación mediática difundida al respecto hasta hoy. Reportajes sensacionalistas, a menudo salpicados de un maniqueísmo que roza lo grotesco, se han obstinado en describir la rabia de Gamonal como una protesta de carácter exclusivamente político que persigue únicamente las dimisiones de Lacalle y el descredito del Partito Popular. Es más, mediante la creación de una eficaz mitología del miedo, el discurso mediático ha dirigido la opinión pública hacia la condena prácticamente unánime de la “violencia injustificada” que habría caracterizado la protesta vecinal desde su inicio. El simple e inofensivo lanzamiento de huevos o de “líquidos y cerveza” en contra de la fachada del Ayuntamiento de Burgos, durante el pleno decisivo del 17 de enero, ha abocado una vez más en la estigmatización social de la lucha de Gamonal y una parte considerable de sus vecinos, cuya rabia y descontento han sido etiquetados como “vandalismo descontrolado” de matriz “anti-sistema”. Son emblemáticas, en este sentido, las declaraciones de la alcaldesa de Madrid Ana Botella (PP), que condena “la violencia de los atentados de Burgos” utilizando términos y adjetivos propios de las retoricas antiterroristas. Pero, sin duda, el ejemplo más representativo de la amplia mistificación puesta en marcha desde arriba para deslegitimar el conflicto es el informe redactado por la Comisaría Provincial de Burgos sobre “la génesis del conflicto en Gamonal”.
Poniendo el acento en el carácter endógeno del conflicto, las autoridades se obstinan en subrayar el papel estratégico que el 15M habría jugado en Gamonal intentado que “una movilización por un problema casero y técnico se convirtiese en un movimiento social a nivel nacional en contra de la clase política, la banca y, en general, con los mismos objetivos del movimiento, manteniendo un estado de tensión para que el movimiento iniciado no muera por sí mismo.” Al intento inicial, pueril y falaz, de unir el origen de las protestas a supuestos “agentes externos” venidos de otras partes del Estado, se une ahora el interés por vincular al colectivo anarquista de Burgos, supuestamente violento y descontrolado, con el 15M y la asamblea vecinal de Gamonal. Según el informe, ya antes del inicio de las obras, en las asambleas convocadas “se fueron radicalizando las posturas y en los actos públicos fueron tomando protagonismo personas vinculadas al partido Izquierda Anticapitalista, anarquistas y militantes de la Asamblea Gamonal 15M”, olvidando las profundas diferencias teóricas, políticas y prácticas que caracterizan a estos colectivos. El énfasis del informe en remarcar el “dirigismo anarquista” y “foráneo” de las protestas de Gamonal no sólo tiene el efecto de desacreditar las consciencias individuales de los “autóctonos”, las razones y significados más amplios de la lucha, sino que manifiesta de forma alarmante la infiltración del cuerpo policial en la vida cotidiana de los vecinos, controlando actos, conductas y legitimas expresiones del rechazo mediante técnicas de control y métodos contrainsurgentes propios de un Estado policial. No sorprende, pues, que diferentes vecinos de Gamonal discrepan rotundamente con esta visión deformada que reduce la complejidad social de Gamonal a un “ensayo revolucionario no exportable”, y defienden otra versión de los hechos.
Como señala Berta, vecina que ha seguido con constancia las manifestaciones, “los colectivos que forman parte de la Asamblea Vecinal de Gamonal son muchísimos. Básicamente estamos ahí todos unidos pero sin pertenecer a nada. Hombre, siempre hay alguien, pero la mayoría de los que vamos a la asamblea, o madrugamos por la mañana para estar de retén, pues somos gente como yo que tiene un hijo y que el hijo también madruga. La mayoría de la gente está aquí a título individual […] Somos vecinos de Gamonal y la mayoría de nosotros no pertenecemos a partidos políticos, y a los que pertenezcan, en estos momentos y en esta cuestión, no les interesa ni la política ni los partidos políticos y punto”.
Desmintiendo la instrumentalización que algunos partidos o colectivos pudieran haber hecho de las protestas, Berta destaca un elemento muy importante en la composición de las luchas cuando afirma con orgullo que, en Gamonal, “los que más se han movido son los que tienen más futuro… y que no se retienen, la mayoría son los jóvenes. Pero jóvenes no de fuera eh, jóvenes de aquí de Gamonal. Yo llevo 30 años aquí y me conozco a muchísima gente, esto es un pueblo […]. No sé si los colectivos del 15M también están allí. Yo lo único que puedo decir es que la gente que ha estado en las manifestaciones, la gente que ha estado en las asambleas y la gente que ha estado en la cárcel todos son de aquí, del barrio, de aquí de Gamonal. No ha habido intrusos. No ha habido “violentos”,…los únicos violentos son los antidisturbios, la gente va de forma pacífica y si tu atacas pues responden, y para la gente joven, pues es su futuro […] Todos los chavales que estaban fuera por trabajo o no sé qué, se han vuelto por el fin de semana y se han unido a las protestas. Yo creo que esto ya es una chispa que se va a correr por todos lados”.
A partir de estas consideraciones, las verdaderas razones que sustentan la protesta vecinal en contra de la transformación de la calle Vitoria muestran un peso mucho más consistente respecto a la superficialidad de las posturas que muchos medios, autoridades, e incluso la administración, se han empeñado en mantener desde el origen del conflicto. “Lo que no queremos es que se recurra a nuestro dinero, porque Gamonal es un barrio obrero con 18.000 personas en el paro, todos jóvenes y de 40 años”, afirma Berta, y quejándose de la falta de trasparencia por parte de las administraciones denuncia los clientelismos políticos y los intereses privados en la ejecución de las obras del Bulevar: “aquí es que hacen las cosas siempre por nocturnidad y alevosía, que te despiertas un día y te encuentras una maquina haciendo una zanja. Vamos a ver, aquí siempre hay interese ocultos. Aquí el Sr. Méndez Pozo es el dueño y Señor de Burgos, él que adjudica las obras a quien le da la gana y a quien quiere, íntimo amigo de este alcalde, del otro y de él de la moto. Y entonces ahora le ha parecido estupendo levantar una calle cuando tiene otro bulevar empezado desde hace tres años y sin terminar. Vamos, la cosa no está nada fácil…, pero es que no vamos a ceder. No se cede, nuestra posición es inamovible, que tapen la calle y que se vayan las máquinas y los antidisturbios porque es que parece esto una ciudad tomada”.
A las declaraciones de Berta se añaden las argumentaciones de otra vecina, Lourdes, trabajadora social en Gamonal durante los ’70: “yo creo que debajo de todo este lío hay sospecha, y muchas, pero lo difícil es demostrar estas sospechas. Lo que parece particularmente descabellado es que se haga un bulevar cuando el barrio necesita un montón de cosas que no tiene, y esto va a suponer aumentos de precios en los pisos y una deuda pública casi triplicada”.
En esta dirección, para Lourdes las protestas actuales sólo pueden entenderse si se toma en consideración la composición socio-económica y la evolución histórica de Gamonal a partir de su propia planificación, que fue subordinada a las exigencias de la actividad industrial y en favor del aumento del espacio urbano edificable en el resto de Burgos: “Gamonal se formó como consecuencia de la inmigración de la gente de los pueblos a la ciudad, a principios de los ’60, cuando el alcalde de aquella época montó un Polo de Desarrollo Industrial y hubo una avalancha de gente del pueblo que se vino aquí, y entonces se construyeron casas de muy mala calidad para acoger a toda esa gente. Es el típico barrio obrero que queda en las afueras de la ciudad [...]. Hasta el año ’55 se quedó como pueblo, a partir de aquel entonces se anexionó a Burgos, y empezaron los problemas”.
Lourdes, que por razones laborales conoce muy de cerca el sector de la construcción en Burgos, lamenta la escasa evolución de la vivienda social que se construyó para la población a consecuencia de la anexión de Gamonal al resto de la ciudad: “La vivienda en los años ’60 era una lotería, además haciendo casas a troche y moche, rápidamente, para resolver a esta gente, y donde las ansías de ganar dinero…, pues imagina, son casas de muy mala calidad, de pésima calidad. Estas fueron las primeras, luego hay otras casas de otro tipo, pero cuando se empezó a hacer eso no se tuvieron en cuenta muchas cosas, no había servicio social de ninguna clase, ni guarderías, apenas colegios, ni parkings…”.
A la par que la inmensa mayoría de los polígonos de viviendas que caracterizaron el desarrollismo español típico de los ’60, la realización de Gamonal fue el resultado de una “creación instantánea” que generó graves problemas estructurales desde el principio: viviendas de mala calidad, inexistencia o deficiencia de equipamientos básicos, falta de servicios sociales, etc. Es decir, se trató de alojar en las afueras de la ciudad a una clase obrera que tenía que ser convertida en la nueva y moderna “clase media”, hija de las políticas desarrollistas de los ministros del OPUS, más productiva y con mayor poder adquisitivo que pudiera enfrentar la naciente liberalización del mercado. Así que, si en el pasado la creación de Gamonal podía verse como la respuesta a una necesidad de carácter político – y no social- impulsada mediante un urbanismo tardo-franquista de corte clasista, hoy día las obras de construcción del Bulevar deberían ser entendidas dentro del marco de la globalización y la competencia actual entre ciudades en los procesos de regulación del valor de cambio del espacio. En este sentido, la percepción mediática y la utilización administrativa de Gamonal en clave preferentemente política y económica es la evidencia de cómo la construcción del Bulevar puede funcionar como generador de importantes expectativas de capitalización de rentas mediante procesos de urbanización del espacio innecesarios o no prioritarios.
En otros términos, Gamonal es una escenificación dramáticamente real, y a escala local, de una situación y una dinámica global serializada que algunos autores denominan “acumulación por desposesión” y donde uno de los principales factores en juego es el espacio urbano. El guion es lo de siempre, y cuenta con tres actores principales: el político (con su administración ineficaz), las élites (con su poder económico), y el pueblo (con su lucha constante). Los dos primeros actores van de la mano, interesados uno y otro en el enriquecimiento mutuo, ya que el político asigna estratégicamente éste o aquél proyecto y el dinero de los impuestos va a parar en los bolsillos de las élites económicas. Acto seguido, se planifica una fastuosa obra de “transformación”, “regeneración” o “mejora” de algo que no necesita ninguna de éstas u otras intervenciones. El pueblo, en paro, empobrecido y extenuado, mira incrédulo, boquiabierto y desconcertado, pero no calla, y al ver al político gastarse el dinero público en cemento para que el poder económico pueda seguir aumentando su patrimonio y su domino, se vuelve protagonista y se rebela. Y es aquí donde entran en escena otros dos actores, de segunda pero imprescindibles: los medios de comunicación y la autoridad competente. El papel del primero es desinformar, el del segundo mantener “el orden público” utilizando la fuerza y la violencia. Periódicos, radios y televisiones se convierten así en el principal altavoz al servicio del poder económico (cuando no son ellos mismos), generando una descarada manipulación de la opinión pública mediante la criminalización de la protesta y la definición sistemática de los manifestantes como “radicales”, “anarco-insurreccionalistas”, “pseudo-terroristas”, “vándalos”, “incívicos” o “anti-sistema”. Es decir, comportamientos disidentes cuya “corrección” necesitaría y, a la vez, justificaría la intervención inminente de la autoridad a base de porrazos. Recordando las palabras de Berta, “no ha habido “violentos”,…los únicos violentos son los antidisturbios, la gente va de forma pacífica y si tu atacas pues responden, y para la gente joven, pues es su futuro […].”
Lo que podemos leer entre líneas en este guion es que el urbanismo neoliberal no puede garantizar el éxito de atractivos proyectos inmobiliarios y comerciales sin la generación de retoricas de deslegitimización de la conflictividad urbana. Como demuestra el caso de Gamonal, dicha retoricas estarían orientadas hacia el mantenimiento de la movilidad económica del espacio, necesaria para salvaguardar su condición de mercancía y perpetuar la producción de plusvalías económicas. Sin embargo, los inversores y planificadores de Gamonal han olvidado tener en cuenta que sus habitantes no son simples consumidores de su espacio, sino agentes que participan activamente en su proceso de urbanización articulando un denso sistema de cohesión social que reclama un uso extensivo y no instrumental del espacio. A pesar de los discursos y las retoricas del Poder, estos días Gamonal ha demostrado que la lucha vecinal es capaz de marcar una ruptura en la ejecución de las prácticas urbanísticas de la geografía del capital. Su resistencia transgeneracional, su rabia y su orgullo han confirmado una vez más que la lucha popular puede llegar hasta subvertir las relaciones de poder que dan forma a la ciudad neoliberal. Pero como nos enseñan los vecinos de Gamonal, que a pesar de todo siguen aún en la calle defendiendo su espacio, esta lucha ahora tendremos que mantenerla en pie.
Fuente: la ciudad viva