domingo, 16 de marzo de 2014

LA VIOLENCIA


Hay algo que creo que estarás de acuerdo: hay infinitas maneras y posibilidades de negar la guerra -la violencia, la brutalidad, la crueldad, etc.-, pero hay también infinitas maneras y posibilidades de aprobar y afirmar la guerra. Por tanto, cada uno que haga lo que quiera, que haga lo que tenga que hacer.

Porque, si yo te impongo mi criterio empezará el conflicto y la contienda, después la violencia y la matanza de la guerra. Y, si tú me impones tu criterio, seguramente pasará lo mismo: habrá división y conflicto, violencia y guerra.
Es un poco como el fuego, cuando empieza se puede apagar y sofocar con facilidad, pero cuando se expande y engrandece no hay nada que lo puede controlar ni apagar. En el caso de los conflictos, la violencia y la guerra, sucede lo mismo: sólo el que vence lo hace porque el otro ya se le ha extinguido su fuerza, su odio y sed de destruir al que cree que es su enemigo. Y aunque pierda tiene el mismo paradigma del vencedor: ganar como sea y a costa de lo que sea.
Por eso, cuando dicen que un bando es muy asesino, también deberían referirse al de ellos que hacen lo mismo. Y si no lo hacen es porque no pueden, alguien más poderoso se lo impide, o el miedo y la vergüenza por sus prejuicios o la moral. Por eso, los nazis, los bolcheviques, y otros, hicieron lo que quisieron, porque no tenían miedo a nadie en el mundo, ni a su propia moral. Pues, ellos habían inventado y adoptado una nueva moral y paradigma. Pero, básicamente son lo mismo que los otros, ya sean perdedores o vencedores.
Por eso, una persona a la pregunta: ¿Qué hubiera pasado si los nazis hubieran ganado? Contestó: "No hubiera pasado nada, hubiera sido otro imperio." Es decir, hubieran presentado la historia de todo lo que sucedió e hicieron de manera que fuera aceptable, como lo hacen todos los vencedores, por crueles y asesinos que sean.
Por eso, todo el problema es de cada cual. Mi problema es lo que yo hago con mi vida, y tú lo que haces con tu vida. Escudarse y justificarse en los demás, en la autoridad, en la religión organizada, en las opiniones de los demás, es algo tan banal y superficial que no soluciona los problemas, nuestro problema. Porque, todo lo que te diga yo, tú lo tienes que saber porque somos básicamente iguales psicológicamente. Entonces si yo te digo o cuento una mentira o falsedad, tú lo tienes que saber. Y si es en verdad algo negativo, descartarlo radicalmente. Todo lo demás, lo que hagan los otros no tiene importancia, porque nosotros no podemos hacer nada para detenerlos ni cambiarlos. Sólo tenemos una manera para influir en la sociedad, en el mundo, y es la manera cómo vivimos.