Qué se esconde tras la elección de abogado de la infanta
En las facultades de Derecho nunca enseñan que todo
pleito implica no solo una estrategia sino la necesidad de ser capaz
de comprender la que esté desarrollando o pudiese desarrollar la parte
contraria. Por eso, muchos abogados fallan a la hora de desplegar su
trabajo. De una estrategia jurídica se pueden extraer muchas pistas y
datos sobre lo que realmente está pensando, analizando y planteándose
el contrario así como de la forma en que visualizan en problema y,
especialmente, a dónde quieren llegar.
La técnica
–que nada tiene que ver con dotes adivinatorias– consiste, básicamente,
en ser capaz de ponerse en el lugar del otro y, partiendo de un
conocimiento profundo tanto de los aspectos técnicos como de los
ambientales, es decir de las circunstancias particulares de cada caso y
los intereses involucrados, llegar a descifrar el significado de cada
movimiento procesal y las posibles consecuencias de los mismos.
Pues bien, esto que puede parecer tremendamente aburrido e inútil para
quien no sea profesional del Derecho, parece estarse transformando en
una técnica de utilidad pública en un país donde el desplome del
sistema se está desarrollando en diversas y variopintas sedes
judiciales.
Tener claro lo que va a suceder, por
ejemplo, en el caso Bárcenas implica algo más que manejar unos datos
aislados o unos ítems procesales concretos. Se hace necesario ponerse
en el papel de las diversas partes y establecer qué haría y qué podría
hacer uno si tuviese que actuar en su nombre.
Lo
mismo sucede con casos como el de la infanta Cristina, antes conocido
como caso Nóos, en el cual se están realizando movimientos que, en
principio, carecerían de cualquier tipo de relevancia, pero que si los
estudiamos bien, nos llevarán a conclusiones muy distintas: aquí todo es
relevante y refleja algo.
Pondré un ejemplo: el
viernes, al día siguiente de conocerse la imputación de la Infanta, se
hizo público que su defensa la asumiría Miquel Roca, abogado de amplio
prestigio como lobista y uno de los "padres constituyentes" de este
modelo de Estado que se derrumba día a día.
El dato,
con resultar interesante porque Miquel Roca no es penalista y
necesitará el apoyo de otro socio de su despacho que sí lo es, arroja
otra serie de elementos que no se están teniendo en consideración, y que
podrían permitirnos establecer lo que realmente está sucediendo en el
ámbito más cercano de la infanta y de la Casa Real respecto de su
situación procesal.
Se ha dicho y escrito que la
decisión sobre quién le defendería la tomó la propia infanta y se
sustentó en la relación que ella misma tiene con Roca; otros aseguran
que fue a petición expresa del Rey y que se fundamentaba en la gran
capacidad comunicacional de Roca o sus buenas dotes como mediador.
En realidad ni lo uno ni lo otro es relevante: qué más da quién y por
qué motivo decidió que fuese Miquel Roca el abogado de la Infanta. Lo
realmente importante, en el plano de desentrañar lo oculto detrás de esa
decisión y cómo puede afectar al futuro del proceso, es que no se trata del mismo abogado que defiende a su esposo Iñaki Urdangarin.
¿Qué quiero decir? Muy sencillo: la experiencia nos indica que, en la
mayor parte de los procesos en que se imputan a los dos miembros de un
matrimonio, lo habitual, lo normal y lo aconsejable es que sean
defendidos bien por un único abogado o, en su defecto, por dos abogados
de un mismo despacho profesional. No es este el caso.
Los motivos para que resulte aconsejable una defensa unitaria no
requieren ni explicación pero, la más sencilla y sensata, es que así
existe una plena coordinación entre defensas de intereses que, en
principio, son coincidentes. Resulta de todo punto de vista complejo
una plena coordinación cuando las defensas las llevan dos despachos
diferentes.
El Estatuto General de la Abogacía
Española nos impide, a los abogados, llevar defensas incompatibles o
contrapuestas. Obviamente, y siempre partiendo de una lógica procesal,
la defensa de los cónyuges no son incompatibles ni contrapuestas, pero
podrían llegar a serlo y, llegados a ese caso, hay de separar y
desligar dichas defensas.
Partiendo de esta
prohibición de las incompatibilidades, habrá que analizar la situación
desde otra perspectiva: ¿cuál es el motivo para no compartir abogado o
despacho de abogados? La respuesta también se me antoja sencilla: la
Infanta o la Casa Real o ambos han acordado y asumido "hacer la pérdida"
en la persona del Duque de Palma. Dicho de otra forma, asumen que
Iñaki está perdido y no quieren que la defensa de la Infanta se vea
condicionada por normas que impiden, llegado el caso, salvar a la
infanta.
Otra explicación, pero que entronca
directamente en cómo se está asumiendo la "pérdida" en este proceso,
vendría por el lado de vincular –como línea de defensa– la imputación
de la Infanta a un ataque a la Constitución y a la estructura de Estado
surgida de dicho texto. ¿Qué mejor que un "padre constituyente" para
asumir la defensa de ambas, Constitución e Infanta?
Obviamente, ante una estrategia de este tipo, lo que sí queda claro es
que para la Casa Real eso de que "los yernos no son de la familia" es
algo más que un dicho y han asumido que las defensas se pueden volver,
si no lo son ya, incompatibles y que, como resulta imposible salvar
todo el ajuar, se concentrarán en aquella parte aportada por el lado de
los Borbón: la infanta Cristina.
Fuente: eldiario.es