domingo, 15 de febrero de 2015

UN MOVIMIENTO VECINAL CASI MUERTO DEBIDO A LAS MEDIDAS DE ESTE AYUNTAMIENTO

El movimiento vecinal languidece por el cambio social y la falta de relevo

H. Jiménez / Burgos - domingo, 15 de febrero de 2015
De capa caída. Algunas asociaciones han perdido más del 30% de socios, muchas apenas tienen actividad y hay una pérdida generalizada del espíritu combativo de los 80 y 90. La reorganización en distritos será un nuevo reto para ellas
«Estamos bajo mínimos, tanto en reivindicación como en participación. La gente se acomoda y si no hay un problema que aglutine a un barrio las asociaciones se van quedando sin actividad». Esta es la reflexión de Javier Santos, miembro de la junta directiva de la asociación de Parque de los Poetas y secretario de la Federación de Asociaciones de Vecinos (FAV) ‘Francisco de Vitoria’, pero podría ser la de muchos presidentes de colectivos de la ciudad. El movimiento vecinal de la capital burgalesa languidece por una suma de factores externos e internos.
Un buen porcentaje de las asociaciones surgieron entre los años 80 y 90. Los primeros eran tiempos en los que la transición a la democracia estaba reciente, los que los ciudadanos buscaban fórmulas de participación y espacios de debate, y luego llegaron momentos de expansión económica y urbanística que transformaron los barrios y crearon otros nuevos.
La gente tenía problemas colectivos, preocupaciones comunes, y se agrupó con sus vecinos. Ahora no son tiempos de más prosperidad, pero sí quizás de problemas más individuales (o que se han individualizado) y el empuje asociacionista está desinflado. «Vivir más cómodos no quiere decir que ahora vivamos mejor que hace 20 o 30 años», advierte Ana Moreno, presidenta de la FAV, «pero la gente no se complica, quedan pocos comprometidos y se pierden las ganas de luchar porque esto es altruista».
Con este panorama, ni la propia Federación ni el Ayuntamiento de Burgos disponen de un censo actualizado del número de socios de los colectivos vecinales. Los datos que pudieron ofrecer cada uno de ellos en su día están desactualizados, algunos los cuentan por socios individuales, otros por familias... No es posible hacer un panorama global de cómo ha evolucionado el peso de las asociaciones en los últimos años, pero por los datos recabados en algunos de ellas hablamos de pérdidas de socios en torno al 30% o incluso superiores desde principios de los años 2000 hasta ahora.
Es el caso de la Asociación de Vecinos de Villafría, que desde los 350 socios con los que figura en los archivos de la FAV ahora reconoce tener en torno a 200. Su presidente, Adolfo Díez, que lleva años luchando al frente de este barrio periférico de la ciudad dibuja «la foto de un pasotismo generalizado». En su opinión «la juventud no se implica y tiene que haber una renovación generacional para garantizar que esto continúe». Explica que «una asociación de vecinos coge fuerza si hay un problema gordo» y recuerda que en el caso de Villafría «cuando esto nació había calles sin asfaltar o sin alumbrado, hace solo 15 años».
La Asociación ‘Nuestra Señora de las Nieves’, de la Barriada Illera, ha pasado de 250 a 150 socios y su presidenta, Delia Ventureira, admite que «aquí había mucha gente mayor que se va marchando y los que llegan nuevos se encierran en sus casas y no quieren problemas, ni siquiera cuando algo les afecta a ellos».
La concejala de Participación Ciudadana, María José Abajo, procura mantener una visión no tan pesimista aunque admite que algunos colectivos están de capa caída pero alaba «la capacidad que tienen otros, con mucha actividad», para mantener viva la llama. En las oficinas municipales tienen registrados 28 colectivos bajo el epígrafe «asociación vecinal» y subrayan que recientemente se han inscrito dos: la Asociación de Vecinos Gamonare y la Cultural de Castañares Camino de Santiago. Ambas surgen en zonas donde ya había movimientos vecinales y suponen un intento de revitalizar sus barrios, plantear cosas distintas y superar el adormecimiento.
En el listado del Ayuntamiento se especifica que varias de las asociaciones no disponen de sede (lo cual suele ser un indicativo de su escaso número de socios, de su fuerza limitada o de su falta de actividad) y se refleja también que unas cuantas no han cumplido con su teórica obligación de actualizar periódicamente los datos sobre el número de socios. También se refleja que algunas están en una situación provisional, gobernadas por una gestora, y de otras se recoge su «escaso tejido asociativo», incluso las que se denominan como Consejo de Barrio.

Desencuentros políticos

Precisamente la relación de amor-odio con el Consistorio está detrás de las dificultades por las que pasan las asociaciones. A lo largo de los años unas se han acusado a otras de estar políticamente más cercanas a la derecha o a la izquierda, y de todos es sabido que el trato con la Federación de Vecinos no es precisamente idílico: «Nos tienen bastante ignorados, sin el convenio que teníamos antes, porque a veces somos incómodos», dice Ana Moreno. La propia FAV ha mudado su sede desde un piso del Ayuntamiento en la calle Aranda de Duero hasta un pequeño despacho en la Casa de Cultura de Gamonal.
La ‘guerra’ entre colectivos vecinales ha acabado afectando no solo a la comunicación con la administración sino con los propios consejos de barrio, que surgieron en el año 2000 y que para entonces eran toda una modernidad en el movimiento asociativo. Algunos consejos lo son de barrios tan pequeños que tienen menos representación que las asociaciones, y otras no agrupan a algunas de las más movilizadoras de su entorno, como le ha ocurrido por ejemplo al de Gamonal.
Golpeado por la crisis del bulevar de la calle Vitoria, este consejo no cuenta con la presencia, por ejemplo, de Las Eras, la asociación más reivindicativa de la zona. Sí que forma parte de ella la Asociación Juan XXIII-Fátima-Lavaderos, pero su presidente, Miguel ángel Gómez, admite que «aquello hizo daño y no tenemos relevo generacional».
La reorganización de la ciudad en tres grandes distritos (centro, sur y Gamonal/norte) cuyo borrador ya maneja el Ayuntamiento y que la concejala de Participación pretende empezar a mover antes de que acabe la legislatura podría cambiar a corto plazo toda la estructura. Previsiblemente ya en el próximo mandato, las asociaciones se enfrentarán a un auténtico reto de reinvención.
Fuente: Diario de Burgos